El FMLN como partido de gobierno

Por Luis Armando González*, San Salvador (29/04/11)
La derecha representada por ARENA hegemonizó la vida política de El Salvador durante 20 años. Para quebrar esa hegemonía –una hegemonía tejida a partir de componentes económicos, políticos y mediáticos bien entrelazados— el FMLN tenía que ser innovador en la fórmula política que le permitiera ampliar su base electoral.
Las diferentes elecciones en las que el partido participó desde 1994 le habían permitido acumular un caudal electoral significativo, suficiente para tener un peso importante en la Asamblea Legislativa y para controlar un buen número de alcaldías, pero insuficiente para acceder al control presidencial. La elección de 2009 era una prueba crucial para el partido, pues tenía que enfrentar el dilema de continuar siendo segundo—permitiendo que ARENA gobernara por un quinto período consecutivo— o prepararse a fondo para llegar a la presidencia de la República.
Desde 2000, con el mandato de Francisco Flores (1999-2004), las condiciones del país, sin haber cambiado sustancialmente para abrir las puertas automáticamente al arribo de un gobierno de izquierda, se habían deteriorado sensiblemente en lo económico y social, golpeando severamente a las clases medias.
Bajo el gobierno de Elías Antonio Saca (2004-2009) esas condiciones empeoraron. Con una propuesta política creativa, era posible prever que el FMLN podía sumar a su caudal electoral firme (de unos 800 mil votos aproximadamente) los votos adicionales para ser el ganador en las elecciones de 2009, no sólo por un castigo a ARENA, sino por presentar una propuesta que positivamente fuera aceptada por sectores sociales que hasta entonces habían recelado del proyecto de izquierda representado por el FMLN.
La fórmula electoral de 2009 fue la clave de la victoria electoral de ese año. Lo novedoso fue integrar a la fórmula, como candidato presidencial, a una personalidad –Mauricio Funes— que no prevenía de las filas del partido, pero que desde su trabajo en los medios de comunicación había dado muestras de un compromiso decidido con la democracia y la justicia.
En torno a la candidatura de Funes se articuló un importante movimiento –los “Amigos de Mauricio”—que fue decisivo para sumar al caudal electoral del FMLN los votos adicionales que contribuyeron al triunfo de Mauricio Funes en marzo de 2009.  El FMLN, tras dos décadas de lucha política –una década como ejército y otra como partido—, accedía por primera vez –y con él la izquierda— a la conducción del gobierno salvadoreño. Algo histórico había sucedido.
La hegemonía de la derecha fue puesta en jaque. La posibilidad de cambios importantes a nivel socio-económico en el país se suscitó en ese momento.  Se trata del presente, cuando el FMLN se ha convertido –pese a que se le quiera ver como “partido en el gobierno”— en “partido de gobierno”.
Asumirse como tal no le fue fácil; tuvo que aceptar, cuando menos, que (a) el partido no podía vaciarse en el gobierno; (b) la independencia del presidente Funes para conformar el gabinete y trazar su estrategia de gestión; y (c) la presencia en el nuevo gobierno de figuras provenientes del movimiento “Amigos de Mauricio”.
Tras un periodo de tensiones generadas al calor del debate sobre estos temas –a los que se sumaron otros asuntos como las reservas del presidente Funes ante socialismo del siglo XXI—, las relaciones entre el gobierno y el FMLN se estabilizaron, sobre todo a partir de la divulgación del Plan Quinquenal de Desarrollo –en junio de 2010— que puso de relieve el vínculo del gobierno con el FMLN en asuntos sustantivos de carácter económico y social.
En la fase actual de su larga trayectoria histórica, el FMLN se ha convertido en un soporte firme de la democratización del país. Ha dado muestras de una capacidad de cambio ideológico e institucional verdaderamente sorprendente. Sigue defendiendo el ideario socialista, pero ahora lo relaciona estrechamente con la democracia no sólo política, sino social y económica.
Hay conciencia en su dirigencia de que ese ideario sólo puede ser defendido en un marco democrático con una institución partidaria sólida y competitiva. Este es el FMLN de ahora. Un FMLN cuya dirigencia sabe que para impulsar transformaciones sustantivas en el país sólo se cuenta con mandatos temporales que deben ser renovados periódicamente y que los cinco años de la actual gestión son una oportunidad para probar a la población que la izquierda puede hacer mejor las cosas que la derecha.
(*) Sociólogo y columnista de ContraPunto