Rigoberta Menchú: “Soy una madre moderna”

De Prensa Libre (16/07/11)
La Premio Nobel de la Paz y candidata por el Frente Amplio habló sobre su proyecto político, el porqué de su labor y los retos de ser madre y una mujer activa. El buen humor y “chispa” también son parte de la presidenciable, tal y como lo dejó ver en esta conversación, en la que mostró que además de estar inmersa en la actividad política, dedica tiempo a su familia y para actividades que disfruta mucho: coser, escribir y sembrar plantas.
¿Cómo surgió su interés por ser presidenta?
Nunca me vi como presidenta de Guatemala. Siempre me preparé como una protagonista de luchas sociales. Normalmente las personalidades que tienen el privilegio de obtener reconocimientos se ponen a escribir y participar en eventos; la vida es más suave… Pero a mí me tocó siempre estar en las batallas de Guatemala. En el gobierno de Óscar Berger acepté ser Embajadora de la Buena Voluntad de los Acuerdos de Paz, con la condición de que pudiera elaborar mi decreto. En el 2006 surge la proyección del movimiento político de Winaq, en donde se buscaba crear políticas públicas y fiscalización. Un año después, muchos partidos me propusieron ser candidata y es cuando lo empiezo a pensar. Dije: “Tal vez sí, pero no sola”, y nunca fui sola. Siempre le dije a mis hermanos mayas que nos vamos juntos, o si no, no vamos a ningún lugar.
¿Cuáles eran sus sueños cuando era niña?
Le cuento. Mi papá me llevó a Chichicastenango cuando tenía 7 años. Me quedé en un internado con monjas, y a los meses regresé a la casa porque me entró mucha nostalgia. Pero a los 14 años tenía muchos sueños de salir de allí y aprender otras cosas. Las hermanas religiosas del —colegio— Belga, en Uspantán, me enseñaron a cocinar, a coser, y fui catequista. Mi papá también fue un líder distinguido y querido, y mi mamá, comadrona. Nacimos entonces en un lugar de mucha participación, sin esperar nada a cambio, más que hacer el bien y ser felices con el día; mañana será otro día. Y esa filosofía de vida aún la tengo y la tendré siempre. Mire, yo tengo una regla de oro: uno siempre tiene que tener una alta dosis de espiritualidad. Pensé en no casarme por un buen tiempo y hasta lo escribí. Después conocí a mi esposo y soy muy feliz. Tuvimos dos hijos; uno falleció.
¿Cómo es ser una mamá candidata?
Mi hijo va a cumplir 17 años y tiene una agenda propia. Me apoya… Eso creo —ríe—. Sí, sí me apoya. Me quiere y me consiente. Pero siempre he pensado que a los hijos hay que darles la oportunidad de ser libres, que sean ellos quienes cultiven y practiquen lo que desean hacer, y hay que apoyarlos en sus sueños. Mi hijo hace trabajo social con niños abandonados, y realmente me alegra que escoja un trabajo tan humanitario. Soy una madre moderna: una mamá que no abandona a su hijo, pero que tampoco es obsesiva con él.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Escribo cuentos para niños; tengo publicados seis. También tengo algunos poemas inéditos. Hago distintas cosas. La mayoría de mis huipiles los termino de elaborar yo, mientras espero en un aeropuerto o en mi casa, cuando descanso. Me gustan mucho las plantas; siembro muchas. Ya me parezco a un alcalde que dice que debería ser jardinero —ríe—. Me gusta la música romántica de antes. Soy una mujer normal. Antes cocinaba mucho.
¿Qué es lo que más le gusta cocinar?
Platos guatemaltecos. Los he preparado incluso en países donde no hay maíz. Había que ir a buscar harina de maíz donde fuera… Tengo también una familia a la que le encanta la cocina internacional.
¿Y qué le gusta que le preparen?
Me encantan los camarones que hace mi hijo. Y las paellas que me prepara mi esposo, que está muy al tanto de la cocina. Se suele meter a internet y me impresiona con platos.
¿Se ha buscado a usted misma en internet?
No. Fíjese que hace poco un compañero me enseñó que hay cinco canciones que se han escrito de mí, que están en video en internet, y yo ni enterada estaba. Ahora tengo que oírlas, porque me encanta la música.
¿Qué anécdotas recuerda de las campañas?
Nunca se me olvida el montón de huevos duros que nos llevamos en la campaña pasada, en los viajes, para comer. Al terminar, no solo los compartíamos con el equipo; mucha gente nos seguía y nos parábamos a comer juntos en el camino.
También recuerdo una vez que di un discurso en San Marcos. Hablé de que íbamos a combatir la corrupción y el narcotráfico. Y entonces me dijeron todos ahí: ‘No hable de esas cosas, si no va a perder’. Y cabal… —ríe—.
Fuente: Prensa Livre