La derecha también disputa calles y urnas

Valter Miembro del Directorio Nacional del PT, nos aporta una visión desde la izquierda sobre los acontecimientos en Brasil.
Por: Valter Pomar *
Quien militó o estudio los acontecimientos anteriores al golpe de 1964, sabe muy bien que la derecha es capaz de combinar todas las formas de lucha. Conoce, también la diferencia entre “organizaciones sociales” y “movimientos sociales”, siendo que los movimientos muchas veces pueden ser explosivos y espontáneos.
Por otro lado, la generación que creció con el Partido de los Trabajadores se acostumbró a otras situaciones. En los años 1980 y 1990, la izquierda ganaba las calles, mientras la derecha ganaba en las urnas. Y a partir del 2002, la izquierda pasó a ganar las urnas, llegando muchas veces a dejar las calles para la oposición de izquierda.
La derecha, al decir de algunos, estaba “sin programa”, “sin rumbo”, controlando “apenas” el PIG, que ya no sería más capaz de controlar la “opinión pública”, apenas la “opinión publicada”.
Era como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para resolver los problemas que venían acumulándose: alteraciones generacionales y sociológicas, crecimiento del conservadurismo ideológico, creciente pérdida de los vínculos entre la izquierda y las masas, ampliación del descontento en acciones (o en carencia de acciones) por parte de nuestros gobiernos, caída del PT hacia la fosa común de los partidos tradicionales etc.
A pesar de estos problemas el discurso dominante de la izquierda brasilera es, hasta ahora, de dos tipos.
Por un lado, en el petismo y aliados, la satisfacción con nuestras realizaciones pasadas y presentes, acompañada del reconocimiento más o menos ritual de que “precisamos más” y de que “precisamos cambiar las prácticas”.
Por otro lado, la izquierda opositora (PSOL, PSTU y otros), la crítica a los límites del petismo, acompañada de una creencia de que a través de la lucha política y social, sería posible derrotar al PT, colocando en su lugar una “izquierda más de izquierda”.
Las manifestaciones populares ocurridas en los últimos días, especialmente las del 20 de junio pasado, atropellaron esta y otras interpretaciones.
Primero, reafirmaron que los movimientos sociales existen, pero que ellos pueden ser espontáneos. Y que algunos autoproclamados “movimientos sociales”, así como muchos partidos “populares”, no consiguen reunir, ni tampoco dirigir, una mínima fracción de las centenares de miles de personas dispuestas a salir a las calles, para manifestarse.
En segundo lugar, mostraron que la derecha sabe disputar las calles, como parte de una estrategia que hoy todavía pretende derrotarnos en las urnas. Pero que siempre puede evolucionar en otras direcciones.
Frente a esta nueva situación, ¿cuál debería ser la actitud del conjunto de las izquierdas brasileras, especialmente la nuestra, que somos del Partido de los Trabajadores?
En primer lugar, no hay que confundir las cosas. Las manifestaciones de las últimas semanas no son “de derecha” ni “fascistas”. Si fuera verdad, estaríamos realmente en una pésima situación.
Las manifestaciones (todavía) son expresión de una insatisfacción social difusa y profunda, especialmente de la juventud urbana. No son predominantemente manifestaciones de la llamada clase media conservadora, tampoco son manifestaciones de la clase trabajadora clásica.
La forma de las manifestaciones corresponde a esta base social y generacional: son como un mural de facebook, donde cada cual publica lo que quiere. Y tiene todos los límites políticos y organizativos de una generación que creció en un momento “extraño” de la historia de Brasil, en que la clase dominante continúa hegemonizando la sociedad, mientras que la izquierda aparentemente hegemoniza la política.
La insatisfacción expresada por las manifestaciones tiene dos focos: las políticas públicas y el sistema político.
Las políticas públicas demandadas coinciden con el programa histórico del PT y de la izquierda. Y la crítica al sistema político dialoga con los motivos por los cuales defendemos la reforma política.
Por esto, mucha gente en el PT y en la izquierda afirmaba que sería fácil aproximarse, participar y disputar la manifestación. Algunos, hasta soñaban con dirigirla.
Sucede que, por ser el principal partido del país, por culpa de acciones del consocio derecha/medios, por los errores políticos acumulados a lo largo de los últimos diez años, para muchos el PT se convirtió en el símbolo principal del sistema político condenado por las manifestaciones.
Esta condición fue reforzada, en los últimos días, por la actitud desastrosa de dos liderazgos del PT: el ministro de la Justicia, Cardozo, que ofreció la ayuda de tropas federales para el gobernador tucano “lidiar” con las manifestaciones; y el prefecto Haddad, que en ningún momento tuvo el juicio de diferenciarse del gobernador.
El foco en el PT, aliado al carácter progresista de las demandas por políticas públicas, hizo con que una parte de la oposición de izquierda creyera que sería posible dirigir las manifestaciones. Esto fue un engaño.
Como vimos, el rechazo al PT se extendió al conjunto de los partidos y organizaciones de izquierda político-social. Mostrando la ilusión de los que piensan que, a través de la lucha social (o de la disputa electoral) serían capaces de derrotar al PT y poner algo más a la izquierda en su lugar.
La verdad es que o el PT se recicla, gira a la izquierda, profundiza los cambios en el país, o toda la izquierda será atraída al fondo. Y esto incluye a los que han salido del PT, y también a los que en los últimos años hablaron abiertamente con un discurso anti-partido y con cierto nacionalismo. Vale recordar que la intención de impedir la presencia de banderas partidarias en las movilizaciones sociales no empezó ahora.
El rechazo al sistema político, a la corrupción, a los partidos en general y al PT en particular no significa, asimismo, que las manifestaciones sean de derecha. Significa al mismo tiempo mejor y peor: el consenso general salió a las calles. Esto incluye algún uso que viene siendo dado en las manifestaciones a los símbolos nacionales.
Este consenso general, construido a lo largo de los últimos años, en parte por omisión y en parte por acción nuestra, abre enorme espacio para la derecha. Pero al mismo tiempo, a medida que este consenso general participa abiertamente de la disputa política, se generan condiciones mejores para que podamos disputarlo.
Hoy, el concierto de derecha/medios está ganando la disputa por la pauta de las manifestaciones. Además de eso, hay una operación articulada de participación de la derecha, sea a través de la presencia de manifestantes, sea a través de la difusión de determinadas palabras de orden, sea a través de algunos grupos paramilitares.
Pero la derecha tiene dificultades para ser consecuente en esta disputa. El sistema político brasilero es controlado por la derecha, no por la izquierda. Y las banderas sociales que aparecen en las manifestaciones exigen, por lo menos, una gran reforma tributaria, además de menos dinero público para banqueros y grandes empresarios.
Es por esto que la derecha tiene prisa en cambiar las pautas de las manifestaciones, en dirección a Dilma y al PT. El problema es que esta politización de la derecha puede vaciar el carácter espontáneo y la legitimidad de los movimientos; además de producir un efecto convocatorio sobre las bases sociales del lulismo, del petismo y de la izquierda brasilera.
Por eso, es fundamental que el PT y el conjunto de la izquierda disputen el espacio de las calles, y disputen corazones y mentes de los manifestantes y de los sectores sociales por ellos representados. No podemos abandonar las calles, no podemos dejar de disputar estos sectores.
Para vencer esta disputa tenderemos que combinar la acción del gobierno, la acción militante en las calles, la comunicación de las masas y reconstruir la unidad de la izquierda.
La premisa, claro, es que nuestros gobiernos adopten medidas inmediatas que respondan a las demandas reales por más y mejores políticas públicas. Sin esto, no tendremos la menor chance de vencer.
No basta decir lo que ya hicimos. Es preciso dar cuenta de lo que falta hacer. Y, principalmente, explicar didácticamente, políticamente, las acciones del gobierno. Marcando la diferencia programática, simbólica, política, entre las acciones del gobierno de nuestro partido y de los demás.
El anuncio conjunto (Alckmin/Haddad) de reducción de la tarifa y la oferta de la fuerza pública hecha por Cardozo a Alckmin son ejemplos de lo que no se puede repetir. Para no hablar de ciertas actitudes conservadoras contra los pueblos indígenas, de actitudes complacientes con sectores conservadores y de derecha, de los argumentos errados que algunos adoptan para defender las obras de la Copa y las hidroeléctricas etc.
Para dialogar con el sentimiento difuso de la insatisfacción revelado por las movilizaciones, no son suficientes las medidas del gobierno. Tal vez ha llegado la hora, como algunas personas han sugerido, de divulgar una nueva “carta a los brasileros y brasileras”. Solo que esta vez, una carta a favor de las reformas de base, de las reformas estructurales.
En cuanto a nuestra acción en la calle, debemos tener presencia organizada y masiva en las manifestaciones que vengan a ocurrir. Esto significa millares de militantes de izquierda, con un adecuado “servicio de orden”, o sea, militantes que tendrán como tarea proteger al conjunto de la militancia contra los paramilitares de la derecha.
Es preciso diferencia las manifestaciones de masa de las acciones que la derecha hace dentro de los actos de masa. Y dependiendo de la evolución de la coyuntura, nosotros convocaremos a grandes actos propios de la izquierda político-social.
Independientemente de la forma, el fundamental, como ya dijimos, es que la izquierda no pierda la batalla por las calles.
En cuanto a la batalla de las comunicaciones, nuevamente corresponde al gobierno un papel insustituible. En el actual estadio de movilización y conflicto, no basta contra atacar a la derecha en las redes sociales; es preciso enfrentar los discursos de los monopolios en las televisiones y las radios. El gobierno necesita comprender que su postura frente a los temas precisa ser modificada ya.
En síntesis: se trata de combinar calles y urnas, cambiando la estrategia y la conducta general del PT y de la izquierda.
No hay como mover la correlación de fuerzas en el país, sin lucha social. La derecha sabe de esto tanto como nosotros. La derecha quiere ocupar las calles. No podemos permitir esto. Y, al mismo tiempo, no podemos dejar de movilizar.
Caso no tengamos éxito en esta operación, perderemos la batalla en las calles hoy y en las urnas el año que viene. Pero, Caso tengamos éxito, podremos cosechar lo que el derechista Reinaldo Azevedo apunta como riesgo (para la derecha) en un texto divulgado recientemente por él, cuyo primer párrafo afirma lo siguiente: “el movimiento que está en las calles provocará un reciclaje del PT por la izquierda, puede hacer que el  resultado de las urnas aún sea más inhóspito” para la derecha.
En resumen: la salida para esta situación existe. Por la izquierda.