Gleisi Hoffmann (PT): ¿A quién interesa una intervención en Venezuela?

gleisi hoffmann

Acabo de volver de Venezuela, donde participé, como presidenta del PT y por invitación del gobierno electo, de las  solemnidades de asunción del presidente Nicolás Maduro. No me sorprendí con los ataques y reacciones por parte de quienes no comprenden principios como autodeterminación y soberanía popular, de quienes no reconocen que partidos y gobiernos de diferentes países pueden dialogar respetuosamente.

Por varias razones, los problemas internos de Venezuela, económicos, sociales y políticos, han sido motivo de presiones externas indebidas que solo agravan la situación interna. Pero la asunción de Maduro en su segundo mandato desató un movimiento coordinado de intervención sobre Venezuela, patrocinado por el gobierno de los Estados Unidos y refrendado por gobiernos de derecha en América Latina, entre los cuales se destaca, por la vergonzosa sumisión a Donald Trump, el de Jair Bolsonaro.
Les guste o no, Maduro fue electo con el 67% de los votos. El voto en Venezuela no es obligatorio. Tres candidatos de oposición compitieron y las elecciones se dieron en los marcos legales y constitucionales del país (Constitución de 1999), lo cual fue atestiguado por una comisión externa independiente. Uno de los miembros de la comisión, el ex presidente del gobierno de España José Luis Zapatero declaró: “No tengo dudas de que (los venezolanos) votan libremente”. ¿Cómo es que otros países se creen con derechos de cuestionar el voto del pueblo venezolano?
No podemos ilusionarnos: la acción coordinada contra el gobierno de Venezuela no pasa ni de lejos por una supuesta defensa de la democracia y de la libertad de oposición en Venezuela. No hay ningún interés de ayudar al pueblo venezolano a superar sus desafíos reales. Lo que existe es la combinación de intereses económicos y geopolíticos con jugadas oportunistas de algunos gobiernos, como es el caso, desgraciadamente, de Brasil.
Venezuela no es cualquier país. Es la detentora de las mayores reservas de petróleo del planeta. El país asumió, desde 1º de enero, la presidencia de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (Opep) para el año de 2019. Desde la elección de Hugo Chávez, en 1998, Venezuela viene desafiando los modelos económicos y políticos excluyentes en vigor en aquel país – y en América Latina – y ejerciendo cada vez más fuertemente su soberanía.
El interés de los Estados Unidos y sus aliados de subyugar a ese incómodo vecino y avanzar sobre sus reservas estratégicas es notorio. Ya hemos visto esa película: la invasión norteamericana en Irak, en nombre de defender los derechos del pueblo e instalar la democracia, resultó en 250 mil muertos, ciudades destruidas, miseria, hambre y terror en la ocupación. Después, abandonaron todo, dejando un rastro de destrucción y desaliento, no sin antes haber propiciado que sus empresas ganaran mucho dinero y, como país, posicionarse estratégicamente en el acceso al petróleo de los países árabes. ¿Cómo está Irak ahora? ¿Mejor o peor que antes? ¿Tiene democracia? ¿Su pueblo es más feliz? Eso ya no interesa. Lo que interesa es que el imperio ha conquistado lo que quería.
Son muy preocupantes los movimientos de los gobiernos Trump y Bolsonaro, entre otros, para desestabilizar al gobierno electo de Maduro y sustentar a un gobierno paralelo de la oposición. Usan una retórica de guerra como desde hace mucho no se oía en nuestro continente. Quieren intervenir en Venezuela – considerando incluso una intervención militar – con la narrativa de que se trataría de una dictadura, que los derechos humanos no son respetados, que hay crisis humanitaria y habría que intervenir para salvar al pueblo.
¿Alguien cree, sinceramente, que los EEUU están preocupados por la democracia y por los derechos humanos en Venezuela? ¿Por qué no se preocupan por el hambre en Yemen? ¿Por qué tratan a las personas en proceso migratorio de forma hostil? ¿Fue la preocupación por los derechos humanos lo que hizo que el gobierno Trump enjaulara a niños y niñas como animales?
Nuestra Constitución y la tradición diplomática brasileña defienden la no intervención en otros países. Esta representa el respeto a las naciones y a la autodeterminación de los pueblos. No necesitamos adular a imperios que se utilizan de las crisis ajenas para cubrir sus propios problemas y sacar provecho político y económico haciendo guerras e intervenciones. Ya hemos visto esa película y sabemos que solo trae más dolores. Cuando el ex presidente George W. Bush quiso comprometer a Brasil en la guerra contra Irak, el ex presidente Lula reaccionó con altivez: “Nuestra lucha es contra el hambre”. Las dificultades por las que pasa el pueblo de Venezuela solo fueron agravadas por las sanciones y bloqueos económicos impuestos por los EEUU y sus aliados. Nunca está de más recordar que el gobierno de Colombia se negó a venderle medicamentos al gobierno venezolano. Así ocurre con otros productos. Venezuela es muy dependiente de importaciones. Mientras los bloqueos y sanciones permanezcan, el pueblo sufrirá y migrará, imponiendo también sufrimiento a los países linderos.
La salida, la solución pacífica para la crisis venezolana, que tiene impacto en América Latina, es la negociación política, es conversar con todos los lados. Ese es el papel que Brasil debería estar jugando, como ya lo ha hecho con éxito, en lugar de estar echando más leña al fuego.
Esta semana Bolsonaro se encontrará con el presidente Macri en Argentina. Los periódicos dicen que el primer punto del orden del día será Venezuela. Si tienen un mínimo de responsabilidad con la paz, el orden y la buena convivencia de los países y pueblos latinoamericanos, propondrán el diálogo con las partes venezolanas. De lo contrario, solo vamos a acelerar la crisis. Una intervención allá nos causará daño a todos.
Los demócratas brasileños, que se preocupan sinceramente con el destino de nuestros pueblos, saben que la intervención, de cualquier índole, no es la salida para la crisis de Venezuela. Y no hace falta estar de acuerdo con Nicolás Maduro, con su gobierno o con los procesos institucionales venezolanos para entender que, en el caso de una intervención militar, el rol de Brasil, desafortunadamente, será de carne de cañón.
Gleisi Hoffmann es senadora (PT-PR) y presidenta nacional del Partido de los Trabajadores