Exposición en el Instituto Lula

DivulgaçãoPor Valter Pomar
El Instituto Lula promovió, el pasado 21 de enero, un encuentro con intelectuales sudamericanos, con el propósito de debatir los “caminos progresistas para el desarrollo y la integración regional”. A continuación, una edición de lo que expuse en ese seminario, cuando se discutía el tema “estadio actual, retos y perspectivas de la integración regional”.
Mi puesto de observación, para opinar sobre el tema integración, es el Foro de São Paulo, del cual soy secretario ejecutivo desde el año 2005.
Todos los partidos del Foro consideran que la integración es algo central, estratégico, ya sea como protección contra injerencias externas en general y contra los impactos de la actual crisis internacional en particular; ya sea para aprovechar mejor todo el potencial regional; y, además, como “paraguas” para los distintos proyectos estratégicos que persiguen los partidos del Foro.
Desde los que defienden el socialismo, hasta los que proponen un nuevo modelo de desarrollo capitalista, todos reconocen que la integración es un factor decisivo para limitar el alcance y la injerencia de la alianza conservadora entre las oligarquías locales y sus aliados metropolitanos.
Los partidos que integran el Foro reconocen también la existencia de un déficit teórico. No solo acerca de la integración regional y de un balance de los gobiernos progresistas y de izquierda, sino también de otros temas, a saber:
*el análisis del capitalismo del siglo XXI, pues muchos siguen operando con una interpretación del capitalismo que corresponde al siglo XX;
*El balance de las experiencias socialistas, socialdemócratas y nacional-desarrollistas del siglo XX, pues muchos repiten errores y desconsideran aciertos y enseñanzas de aquellas experiencias;
*la estrategia, pues en el imaginario de gran parte de la izquierda latinoamericana, el Che todavía está más presente que Allende, pese a que estamos todos involucrados hoy en una experiencia que tiene más que aprender con Allende que con el Che.
Está claro que el déficit teórico no significa “poca producción intelectual”, sino la relativa debilidad de esa producción. En el caso de Brasil, las causas de tal debilidad son por lo menos tres.
En primer lugar, la pérdida de status de la “clase media tradicional” empuja a partes de este sector, ya sea hacia posturas izquierdistas, ya sea hacia posturas conservadoras algunas veces proclives al fascismo. Y como la clase media es la base social de gran parte de la intelectualidad, incluso la de izquierda, esto afecta la producción teórica.
En segundo lugar, menciono el impacto del neoliberalismo y de la triple crisis (del socialismo soviético, de la socialdemocracia y del nacional-desarrollismo) en el terreno de la cultura, de la educación y de la comunicación social.
Este impacto afectó los mecanismos de formación y promoción de la intelectualidad, en perjuicio del pensamiento de izquierda.
Por otra parte, la influencia neoliberal en la cultura, educación y comunicación obstaculiza la formación de un pensamiento de masas: no habrá una cultura popular, con decenas y decenas de millones a favor de la integración, si no tenemos una industria cultural, una educación pública y una comunicación de masas de nuevo tipo.
Sin este cambio, seguiremos cosechando lo que se registró en la reciente encuesta que apunta al PT como el partido más querido (24%, contra 6% del PMDB y 5% del PSDB), pero en el contexto de una reducción del número de personas que tienen alguna preferencia partidaria (caímos de un 61% en 1988 a un 44% en 2012).
En tercer lugar, aludo a las diferencias políticas existentes en la izquierda brasileña, sobre como articular nuestras dos grandes tareas: superar la hegemonía neoliberal y superar el desarrollismo conservador, en este caso a través de reformas estructurales.
Estas diferencias políticas generan, en sectores de la izquierda brasileña, dos posturas equivocadas: o un gobierno exacerbado, que solo tiene ojos para lo que es “posible hacer” aquí y ahora, atacando cualquier postura crítica; y un izquierdismo también exacerbado, que solo tiene ojos para el objetivo final, desconsiderando cualquier análisis realista de la correlación de fuerzas.
Desde el punto de vista de las ideas, el gobernismo y el izquierdismo expresan un mismo fenómeno: la ruptura entre teoría y práctica, entre objetivos finales y medios políticos, entre estrategia y táctica.
En este sentido, aplaudo lo que dijo Lula en la apertura de este seminario: necesitamos “doctrina”, pues decir esto equivale a reconocer la necesidad de una conexión fuerte entre teoría y política.
No es casualidad, incluso, que se hable de esta necesidad de doctrina exactamente en este momento, cuando alcanzamos un éxito parcial, pero también nos damos cuenta de que para seguir adelante hará falta alterar la forma como nos vinimos comportando hasta ahora, en especial alterar nuestra estrategia.
Ahora bien, como los demás, yo prefiero no hablar de doctrina. Sin entrar en otras consideraciones, yo prefiero no hablar de doctrina porque creo que no debemos caer en el error de construir “una” doctrina; debemos, sí, constituir un campo de ideas, que tendrá un núcleo común compuesto por la prioridad dada a lo social, por la defensa de la ampliación de las libertades democráticas, por la afirmación del papel del Estado, por la combinación entre soberanía nacional e integración regional.
Este campo de ideas es más diversificado que una doctrina, además de comprender un abanico de posiciones que no cabe en la definición de “progresista”, que me parece muy tímida frente a los dilemas y las posibilidades abiertas por el actual período histórico.
Concluyo señalando que el tiempo corre contra nosotros. No está dado que vamos a lograr pasar del énfasis en las políticas públicas que apuntan a superar el neoliberalismo, al énfasis en las reformas estructurales necesarias para superar el desarrollismo conservador.
La desacumulación que estamos viendo en la izquierda mexicana y colombiana, más la operación denominada “Arco del Pacífico”, son algunas de las muchas señales de que la situación se está complicando. Y se está complicando, entre otros motivos, porque las oligarquías, empezando por la brasileña, ofrecen dura y creciente resistencia contra toda y cualquier medida que busque alterar de manera estructural la repartición de la riqueza entre Capital y Trabajo, dando cada vez más muestras de que no van a respetar las reglas de su propio juego, si estas reglas las llevan a perder el juego: véase Paraguay y Honduras.
El caso de Honduras confirma, por otra parte, que debemos mantener una orientación latinoamericanista y caribeña. Por supuesto que nuestro foco inmediato es la integración de América del Sur. Pero, para que esta integración sea exitosa, es ineludible enfrentar la hegemonía de los Estados Unidos en relación a México, el Caribe y América Central.
Finalmente, no habrá integración sin un intenso protagonismo de Brasil. Tal vez seamos el país menos latinoamericano de la región, pero somos también el capitalismo más potente, que tiene mejores condiciones para ayudar a financiar la integración.
Para poder hacer esto, empero, tendremos que alejar la sombra de que somos subimperialistas, lo cual exigirá, entre otras cosas, más presencia directa del Estado y más control sobre la actuación de las transnacionales privadas brasileñas.
Un buen momento para proseguir la discusión sobre estos temas será el XIX Encuentro del Foro de São Paulo, que se realizará en Brasil, en la ciudad de São Paulo, del 31 de julio al 4 de agosto de 2013.