Documento Base XVI ENCUENTRO DEL FSP. Buenos Aires, 17 a 20 de agosto de 2010

Ampliar la unidad de los partidos progresistas, populares y de izquierda, profundizar los cambios, derrotar la contraofensiva de la derecha y consolidar la integración regional.
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Los días 2, 3 y 4 de julio de 1990, en la ciudad de São Paulo, se reunía el Encuentro de Partidos y Organizaciones Políticas de Izquierda de América Latina y el Caribe.
En medio del derrumbe del bloque socialista europeo y a escasos meses de la ya entonces previsible desaparición de la URSS, la Declaración de San Pablo, aprobada por el Encuentro de los Partidos y Organizaciones Políticas de Izquierda de América Latina y el Caribe el 4 de julio de 1990, afirmaba: “Rechazamos (…) toda pretensión de aprovechar la crisis de Europa Oriental para alentar la restauración capitalista, anular los logros y derechos socialistas o alentar ilusiones en las inexistentes bondades del liberalismo y el capitalismo(…)”.
En ese momento, también se definieron “las bases de un nuevo concepto de unidad e integración continental… lo que incluía la reafirmación de la soberanía y autodeterminación de América Latina y de nuestras naciones, la plena recuperación de nuestra identidad cultural e histórica y el impulso a la solidaridad internacionalista de nuestros pueblos”
Lo que surgió a partir desta reunión, y que posteriormente asumió el nombre de Foro de São Paulo (FSP), no sólo se mantuvo a lo largo de los veinte años siguientes, contribuyendo a la resistencia al neoliberalismo; también aportó mucho a las victorias de la izquierda, como se puede confirmar analizando la ola de gobiernos de izquierda, populares y progresistas desde 1998.
Las declaraciones finales aprobadas por sus 15 encuentros celebrados hasta el presente, así como los documentos base y las resoluciones elaboradas por distintos espacios del FSP, se han dedicado a la caracterización del capitalismo neoliberal y del imperialismo contemporaneo y a sistematizar las ideas generales de las alternativas democráticas y populares.
Si el FSP nació en un momento en que el neoliberalismo parecía imponerse sin resistencias, hoy, cuando se hace la conmemoración del Bicentenario de los numerosos procesos independentistas latinoamericanos y caribeños, podemos afirmar que el FSP es una iniciativa victoriosa, pero que aun tiene por adelante inmensos desafíos, entre los cuales están: ampliar la unidad de los partidos progresistas, populares y de izquierda; profundizar los cambios; derrotar la contraofensiva de la derecha y consolidar la integración regional.
Estos son los principales desafíos puestos para el XVI encuentro del Foro de São Paulo, que se realizará en los días 17 a 20 de agosto de 2010, en la ciudad de Buenos Aires. Como contribución a los debates, el Grupo de Trabajo del FSP presenta este documento base.
 
INTRODUCIÓN
La formación de América Latina estuvo profundamente signada por el proceso de colonización y luego por el neocolonialismo, creando una forma de Estado que sistemáticamente aniquila y extermina a los pueblos nativos primero y después reprime violentamente las capas populares, campesinos, obreros y capas medias progresistas. Esto sin que se haya logrado una soberanía real, salvo en cortas etapas y con honrosas excepciones.
En este proceso denso y complejo, surgen los grandes actores del escenario latinoamericano, entre los cuales destacamos el rol de los movimientos y partidos populares, con sus diversas manifestaciones de resistencia social, política y cultural, de protesta, rebeldías e insurrecciones.
La realidad que vivimos hoy en nuestra región es el producto de un movimiento múltiple y de las luchas que se llevaron a cabo en estas últimas décadas. Especial significación ha tenido la influencia emanada del ejemplo de Cuba. El triunfo de la Revolución Cubana mediante una genuina guerra popular, dirigida por el Comandante Fidel Castro, constituyó un hito decisivo en la historia de América Latina.
Fue la insurrección boliviana, caracterizada como “una combinación inédita de rasgos antiguos y modernos”, la que abrió el camino de Evo Morales a la presidencia. Mucho más que la llegada de un indígena al poder, Evo representa el arco iris de las etnias indígenas que afirma la potencia de su multiplicidad.
De la misma manera, fue la congregación en el Palacio de Miraflores la que le permitió la radicalización del giro “bolivariano” de Chávez. Kirchner es el producto de las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001 en Buenos Aires así como Correa lo es de las grandes movilizaciones del pueblo ecuatoriano. Lo mismo Lula, cuya victoria electoral no puede comprenderse sin las luchas de los trabajores rurales y urbanos brasileños.
Sin estos movimientos, seria incomprensible el éxito de la estrategia adoptada por la izquierda latinoamericana, que tiene una de sus expresiones en los gobiernos populares, de izquierda y progresistas, con una gran variedad de modalidades y cada una con particularidades propias.
A lo largo de este período se han generado una creciente fraternidad y un acercamiento entre los gobiernos progresistas, los partidos, los movimientos sociales y los pueblos de nuestros países, y una tendencia general a la unión de América Latina, en una integración continental y también en formas diversas de unión regional.
Entre las distintas expresiones de integración latinoamericana y caribeña, juega un papel muy importante la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América Latina y el Caribe (ALBA). Las relaciones de solidaridad y la cooperación mutua que de ella se derivan, constituyen una importante expresión de las posibilidades abiertas por la existencia de gobiernos de izquierda en el continente.
También se destaca, en el terreno de la integración continental, la creación de UNASUR (Unión de Naciones Sudamericanas) el 23 de mayo 2008. Se dio un paso más grande en la Cumbre de la Unidad Latinoamericana y Caribeña celebrada en la Riviera Maya, próxima a Cancún, México, el 23 de febrero de 2010, con la constitución de un organismo regional, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Es la primera vez en la historia del continente que se crea un organismo de estas características, un escalón superior en la dinámica de la integración, que de alguna manera recoge los postulados originarios de Bolívar y Martí.
La propia OEA también ha sido escenario de cambios sustanciales en las relaciones entre el imperio del norte y las naciones al sur del Río Bravo. En el período reciente, para asumir la secretaría general fueron rechazados tres candidatos propuestos sucesivamente por EE.UU., que antes manejaba esos cargos a su entera voluntad. El Consejo Permanente de la OEA reunido el 4 de marzo 2008 expresó su casi unánime rechazo a la violación de la soberanía y de la integridad territorial de Ecuador por parte de tropas colombianas, con asesoramiento de EE.UU., en Sucumbíos, el 1º de marzo 2008.
La 39ª Asamblea General de la OEA que se efectuó en San Pedro Sula, Honduras, el 3 de junio 2009, resolvió por unanimidad dejar sin efecto la resolución adoptada el 31 de enero 1962 por la Conferencia de Cancilleres de la OEA, que dispuso la exclusión de Cuba del sistema interamericano.
También en este período ha cobrado vigor la presencia internacional de América Latina. Ello se ha expresado en la actuación de varios países en el G-20, en la creación del BRIC y de iniciativas tales como el acuerdo tripartito Brasil-Irán-Turquía, que propuso una base de negociación pacífica sobre el problema nuclear iraní ante el peligro de agresión inminente. En resumen, se está configurando una nueva geografía mundial, en la que participa América Latina.
La nueva realidad de América Latina se advierte con mayor claridad si se compara el panorama prevaleciente en las décadas anteriores, signadas por una sucesión de dictaduras militares promovidas desde el imperio del norte, y luego en el período siguiente, por el dominio incompartido de las doctrinas y de las prácticas del neoliberalismo y del “pensamiento único”.
Cambió también la caracterización social de los gobiernos, con casos paradigmáticos como el de un obrero metalúrgico o un líder indígena llevados a la presidencia de sus países por millones de votos de sus compatriotas. Cambió también la estructura de los partidos políticos que acceden al gobierno. Viejos partidos que tradicionalmente se repartían el poder quedaron a la vera del camino. Otros ocupan su lugar y se fortalecen en contacto con el pueblo.
La política de la izquierda desde el gobierno ha generado beneficios concretos para la población, particularmente para los sectores más excluídos. Ha extendido y profundizado la democracia, abriendo paso a nuevas formas participativas y directas. Ha defendido los derechos humanos en toda su extensión. Al mismo tiempo se yergue en defensa de la soberanía nacional de sus países. Ejemplos concretos son la expulsión de las tropas norteamericanas de la base de Manta en Ecuador (como antes de la base de Vieques en Puerto Rico), la campaña contra las bases militares en Colombia y contra la reactivación de la IV Flota de la marina de guerra de Estados Unidos, anexa al Comando Sur.
Existe un vívido contraste entre la nueva realidad política de América Latina y la de Europa. La gran mayoría de los países integrantes de la Unión Europea tienen gobiernos de derecha y de ultraderecha, con un fuerte componente xenófobo y racista, como se advierte en las nuevas leyes de inmigración. Estos gobiernos pretenden hacer recaer el peso de la tremenda crisis desatada desde 2008 sobre las espaldas de sus pueblos y los países emergentes, lo que ha generado movimientos de protesta de los trabajadores y sectores populares. En cambio, los países de América Latina donde hay gobiernos progresistas son los que mejor han resistido las consecuencias de una crisis que ellos no promovieron.
Ante este panorama que se ha venido consolidando en la última década, se despliega un intento de contraofensiva por parte de los antiguos sectores dominantes, que se proponen reconquistar el gobierno de sus países. Su objetivo es impedir que este nuevo curso se consolide y se torne irreversible.
Esta contraofensiva se expresa en el intento de trasplantar a nuestro continente una política de militarización y guerra preventiva que se basa esencialmente en el Plan Colombia, en la creación de bases militares de EE.UU. en ese país, donde las tropas yankis gozarán de total impunidad y desde las cuales se amenaza a todos los países de la región. Esto se suma a la resurrección de la IV Flota como instrumento de potencial intervención. La cruenta agresión armada de tropas colombianas, respaldadas por la tecnología y los servicios de inteligencia de EE.UU., en territorio ecuatoriano en Sucumbíos el 1º de marzo de 2008, prueba los peligrosos alcances de esa política, que determinó la ruptura de relaciones por parte de Ecuador.
Las fuerzas de derecha, además de Colombia, lograron imponer su candidato en la elección de Ricardo Martinelli el 3 de mayo de 2009 en Panamá, sustituyendo al gobierno de Martín Torrijos, presidente de la Internacional Socialista en América Latina; dieron el golpe de estado que derribó el gobierno democrático de Manuel Zelaya en Honduras el 28 de junio de 2009, seguido por la elección del magnate Sebastián Piñera en Chile el 17 de enero de 2010, respaldado por un grupo de origen pinochetista, que sucedió a cuatro gobiernos de la Concertación.
En este mismo período, la izquierda obtuvo también victorias importantes, por ejemplo en Uruguay, Bolivia y Ecuador, impidiendo que la contraofensiva de la derecha se transformase en una reversión del proceso de cambios en América Latina. Sigue, por lo tanto, el conflicto entre los proyectos nacionales y populares, opuestos a los proyectos oligárquicos que siempre actuaron en connivencia con las potencias imperialistas. Hoy, los proyectos populares de América Latina tienen mejores condiciones que hace sólo una década, para marchar en dirección a una nueva sociedad con justicia, equidad y soberanía, una sociedad socialista. Pero esto ocurre en una situación mundial muy compleja, que tiene como telón de fondo la crisis internacional.
 
LA CRISIS INTERNACIONAL
El cataclismo financiero que arrancó en Estados Unidos y se propagó rápidamente al resto del mundo, no es una mera crisis financiera sino una crisis del sistema capitalista. Es una crisis que se pronostica de larga duración, que se articula con el surgimiento de un mundo multipolar.
La recuperación es muy incierta y hay muchos riesgos de que el mundo caiga de nuevo en una recesión global. La crisis griega ya se ha convertido en una crisis regional de la zona Euro y en un factor de inestabilidad mundial.
El costo de la crisis ha sido alto en materia de pobreza y desempleo. La falta de oportunidades de trabajo seguirá siendo elevada en el mundo por varios años. El desempleo en las economías avanzadas rondó el 9% y a nivel mundial en cerca del 8% en 2009, pero para 2010 las previsiones son más pesimistas. El desempleo en EU se quedará en casi 10% y aumentará en la zona Euro de 9.4 a 10.5% (en España llegará casi 20%). A estas cifras hay que sumar una cantidad importante de trabajadores que laboran a tiempo parcial. Los altos niveles de desempleo (y empleo precario) en las economías desarrolladas son un indicador notable para apreciar no sólo el costo de la crisis sino también la fragilidad de la recuperación.
A fines de 2008 la economía norteamericana estuvo al borde de un colapso. Si ello no sucedió, fue por la intervención del gobierno. El promedio del déficit público en las economías avanzadas fue, el año pasado, de 9% cuando antes se insistía en el equilibrio (con un margen de hasta 3%). El déficit sin embargo, llevó a un endeudamiento masivo de los gobiernos que seguirá creciendo quizás hasta llegar a un 100% del PIB en las economías avanzadas, 35 puntos más que antes de la crisis.
Otro signo distintivo de la gran recesión ha sido la diferencia de su impacto por regiones y países. Las economías más avanzadas resultaron más afectadas que las emergentes. De hecho EU fue el epicentro del terremoto y exportó la crisis a otras regiones.
La caída del producto mundial en 2009 fue de -0.9% pero las economías avanzadas cayeron -3.2% mientras las economías emergentes crecieron 2.4%. El comercio mundial se desplomó en casi un -11% debido a la caída de las importaciones de las economías avanzadas (-12%). Ello provocó una caída en los precios de las materias primas, sobre todo petróleo (-36.3%). Las caídas más fuertes del producto, por países, fueron: Alemania, Japón, Reino Unido y Rusia. Las economías que crecieron fueron China e India.
En 2010 se prevé que las economías avanzadas crezcan 2.3% y las economías emergentes y en desarrollo 6.3% por lo que éstas serán otra vez el motor del crecimiento mundial.
La zona Euro se ha convertido en una zona de inestabilidad debido a Grecia pero también a otros eslabones débiles: España, Portugal, Italia e Irlanda.
La crisis de la deuda griega requirió un megapréstamo de la Unión y el FMI que se pactó a principios de mayo (720 mil millones de euros: 500 de la EU y 220 del FMI). Pero hay que ver si el ajuste brutal a las finanzas griegas se puede implementar en el mediano plazo. Habrá que observar también cómo evolucionan los otros casos, sobre todo España, donde se aplica un duro plan de ajuste. Sin duda, estas políticas provocarán mayor desempleo y un crecimiento del producto más lento. Por otra parte, ni los megarescates ni las políticas de ajuste son una garantía de que la estabilidad volverá pronto a la eurozona. Por el contrario, en el corto plazo, al menos, el mundo seguirá sujeto a corridas bursátiles y devaluaciones y revaluaciones de las monedas. En este marco de inestabilidad no puede descartarse una nueva recesión general.
Por otro lado, hay que subrayar que el sistema bancario sigue atorado. Los créditos todavía no se restablecen. Los bancos siguen en problemas a pesar de los cuantiosos rescates. Obtienen altas ganancias pero otorgan poco crédito. Además, muchos gobiernos ya agotaron su margen de maniobra. Ya no pueden bajar todavía más la tasa de interés ni endeudarse más para inyectarle dinero a la economía o a los bancos.
La recuperación es frágil, en el fondo, porque en las economías desarrolladas hay ahora un bajo consumo privado, baja inversión, poco crédito y desempleo alto. La recuperación económica no parece dibujarse con una V sino como una L. Es decir no hay una recuperación de la misma magnitud que la caída sino que ésta se mantiene en un nivel bajo.
En cambio, en las economías emergentes, el panorama es mejor porque están creciendo tanto la demanda como las inversiones. Además aquí no hubo shocks financieros. Sin embargo, una nueva caída de las economías desarrolladas o un pánico financiero pondrían en peligro a las economías en desarrollo pues caerían las exportaciones y con ellos su ritmo de crecimiento.
Persiste además un serio desequilibrio entre las economías del mundo. Los Estados Unidos son una economía que consume mucho y se ha endeudado también mucho, mientras que China, por ejemplo, consume poco y se ha convertido en un importante acreedor mundial, particularmente del gobierno de los Estados Unidos. Estos desequilibrios se muestran también en el comercio mundial. Hay economías exportadoras (es decir que exportan una proporción muy elevada del total de su producción nacional) y otros países que importan en grandes cantidades (en relación a su producción total y al comercio internacional del mundo). No se trata de economías complementarias sino de una globalización deforme que la vuelve poco sustentable, es decir, de bajo crecimiento, sujeto a crisis recurrentes y con profundas desigualdades en las naciones, en las regiones y a nivel mundial.
Hasta ahora, la crisis no ha producido un nuevo orden económico mundial. Se han roto las recetas de las políticas neoliberales, pero en el caso de Grecia y España, se están aplicando, de nueva cuenta, las mismas políticas de ajuste que se impusieron en ALC hace 20 años. En materia de gobernabilidad mundial y creación de nuevas instituciones multilaterales, la situación prácticamente no ha cambiado, a pesar de que hay un nuevo grupo de países, el G20, que se reúne a tomar decisiones. Así, por ejemplo, la propuesta de China y otras naciones de crear una nueva moneda de reserva mundial, en vez del dólar, sigue sin resolverse.
Tampoco avanza una gran reforma financiera que elimine los paraísos fiscales y suprima instrumentos altamente especulativos (como los CDS, credit default swaps, y otros de los llamados derivados como los hedge funds). Hasta el FMI ha propuesto un impuesto especial a los bancos para crear un fondo de reserva que sirva para futuros rescates de las entidades financieras. Sin embargo, esta reforma está detenida. En Estados Unidos se acaba de aprobar en el Congreso una muy tibia propuesta de regulación. Habría que recordar que el capital financiero fue durante las últimas décadas el mayor beneficiario de la globalización neoliberal. Su poder ha llegado a ser inmenso. La crisis golpeó al sistema pero los planes de rescate sobre todo en EU, se dirigieron a reforzar esa estructura de poder. El mundo sigue presa de los especuladores.
Latinoamérica, menos golpeada
 
El caso de América Latina y el Caribe fue diferente al de las economías desarrolladas.
La crisis no fue tan aguda en América Latina, al menos en parte, porque se aplicaron en varios países de la región, políticas que compensaron en grande parte el impacto recesivo. Estas políticas fueron posibles porque estos países acumularon importantes reservas monetarias que pudieron ser usadas frente a la caída de las exportaciones y la salida de capitales. Dichas reservas fueron acumuladas en el auge económico previo a la crisis en buena parte de la periferia, gracias a los precios altos de materias primas y las entradas de capitales. También deben destacarse las políticas redistributivas que pusieron en práctica sobre todo los gobiernos progresistas antes y durante la crisis.
En ALC, durante 2010 se recuperará lo perdido en 2009: la caída en este último año fue de casi -2% pero en 2010 el crecimiento será de 4%. Casi todos los países crecerán a un nivel superior al retroceso del año pasado. Pero dentro de este panorama moderadamente optimista hay una excepción notable: el caso de México. En 2009 su economía cayó casi -7% y en 2010 apenas crecerá un 4%, en el mejor de los casos.
Aunque en América Latina, con la excepción de México, el PIB de la región se contrajo moderadamente en 2009, la brecha de crecimiento (es decir, la diferencia entre la tasa de crecimiento entre 2009 y 2007) fue de 6.3 puntos porcentuales. Quiere decir que si no hubiera habido crisis, ALC, en términos de crecimiento del producto, sería 6.3% más rica.
A pesar del impacto moderado de la crisis (con excepción de México) la pobreza aumentó en la región. Se calcula que el número de pobres en ALC se incrementó en 10 millones de personas en 2009 según el Banco Mundial, lo que significó un retroceso pues en los cinco años anteriores se habían logrado avances significativos. Sin embrago debe aclararse que de estos diez millones, cinco son mexicanos.
Según el Banco Mundial, “mientras que se estima que 60 millones de latinoamericanos dejaron la pobreza entre 2002 y 2008, entre 9 y 10 millones de personas se volvieron pobres en 2009, y el número de pobres hubiera sido mayor si no hubiera sido por el hecho de que los gobiernos de América Latina, rompiendo con la tradición del pasado, pudieron mantener y en algunos casos fortalecer programas de asistencia social. Se espera que el número de nuevos pobres se reducirá significativamente hacia el final de 2010.”
Asimismo, en materia de empleo, según la OIT “se estima que 3.5 millones de trabajadores perdieron su empleo en ALC, cifra relativamente baja en comparación a la fuerza laboral total de 270 millones de trabajadores”. El desempleo en ALC aumentó 1.2 puntos, de 7 a 8.2% de acuerdo a las últimas estimaciones por lo que el total de desempleados en la región subió a 22.5 millones al final de 2009. También llama la atención que los salarios reales no cayeron durante 2009. La crisis del empleo en AL contrasta con otros episodios del pasado, en el que se presentaron aumentos significativos del desempleo, un crecimiento de la informalidad y una caída severa del salario real.
Como ya se mencionó, el impacto de la crisis fue muy superior en México en comparación al resto de los países de ALC. No sólo por que la recesión fue mayor sino también por el número de pobres y desempleados. Para 2010, en estos últimos aspectos, México no tendrá una recuperación.
El caso de México es una muestra palpable de cómo la continuidad de las políticas neoliberales ha sido muy costosa, a diferencia de las rupturas que se presentaron en los últimos años en la mayoría de la región por el arribo de gobiernos de izquierda. La razón de fondo de la excepción mexicana se debe a su vinculación a Estados Unidos mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), su poca diversificación hacia otros mercados mundiales, el abandono de la agricultura mexicana y la dependencia alimentaria que esto último ha implicado; la dependencia de México hacia el petróleo también se ha acentuado.
La decisión de mantener la integración a Estado Unidos mediante el TLCAN ha requerido la continuidad de las políticas neoliberales. Así pues la experiencia mexicana demostraría el fracaso de la derecha latinoamericana sobre todo frente al éxito de otras políticas puestas en práctica por gobiernos de izquierda como el caso de los países del Cono Sur.
Si en varios países se puso en marcha un programa de cambios que permitieron aumentar la demanda interna mediante la recuperación del salario y la ocupación, y la implementación de amplios programas sociales contra la pobreza, y al mismo tiempo se avanzó en mecanismos de integración comercial y diversificación de los mercados internacionales, en México no se hizo nada de esto. El costo ha sido inmenso y explica el fuerte impacto de la crisis mundial en este país.
 
Aun haciendo a un lado el caso de México, hay que reconocer que la situación en América Latina fue negativa en 2009 aunque el impacto haya sido menor que en otras regiones. Por ello, a pesar de que en 2010 se puede recuperar lo perdido, el saldo adverso el año pasado debe verse con cuidado y no menospreciar sus impactos.
Los efectos de la crisis crean una situación más difícil para los gobiernos de izquierda y ello podría ser favorable para las oposiciones de derecha. Hay que recordar que cuando aumenta la pobreza y el desempleo, los ciudadanaos tienden a cobrarle la cuenta a los gobiernos en turno, no tanto a la oposición, aunque ésta proponga la vuelta al modelo neoliberal. Además, se agrava el descontento social pues hay más demandas insatisfechas, lo que también puede generar situaciones más difíciles para los gobiernos progresistas.
Por otra parte, también es cierto que la crisis es producto del sistema que la izquierda pretende cambiar y por tanto, se presenta como una oportunidad para propiciar ese cambio desde los gobiernos.
Un balance político
La derecha latinoamericana y caribeña, con sus aliados europeos y estadounidenses, están implementando una contraofensiva, que busca recuperar los espacios que perdieron desde 1998 en América Latina.
Esta contraofensiva incluye la ampliacion de la presencia militar en la región, el golpe en Honduras, las campañas político-mediáticas contra Cuba y Venezuela, así como la victoria de la derecha en Panamá, Chile y Colombia.
La contraofensiva se realiza precisamente porque desde el 1998, hay señales de una ofensiva de las fuerzas populares – aunque condicionada por la correlación de fuerzas en nivel mundial. Por eso mismo, el curso de la lucha política entre los sectores populares y la derecha es la marca de los últimos años, una confrontación entre dos bloques, una disputa reñida por los rumbos de nuestro continente. Junto con los señales de la contraofensiva, arriba señalado, existen también variados ejemplos de que sigue el curso de las fuerzas populares. Para hablar solamente de logros en lo electoral, en 2009 se observó las reelecciones de Evo Morales em Bolivia y de Rafael Correa em Ecuador. El presidente Hugo Chávez logró la aprovación de referendum que permite la reelección. En Uruguay el Frente Amplio eligió al compañero Mujica. Antes, en El Salvador ocurrió la victoria de Mauricio Funes. Para 2010, la señal más importante de que se mantiene la iniciativa política de las fuerzas de izquierda se expresa es la delantera electoral en las encuestas y el esperado triunfo de la compañera Dilma Rousseff, candidata presidencial de las fuerzas progresistas en Brasil.
A pesar de que la conexión entre la crisis mundial y los procesos electorales en ALC no ha sido hasta ahora muy directa, los partidos del FSP estamos obligados a discutir sus repercusiones a nivel regional y nacional para evitar que la derecha saque ventaja de esta problemática.
 
El Foro de São Paulo debe realizar un balance de los procesos hondureño, panameño, chileno y colombiano. Debemos, también, debatir maneras concretas de apoyar la unidad de la izquierda, tanto en los países citados, cuanto en aquellos que tendrán elecciones en el próximo periodo, como Nicaragua, Perú y Argentina.
El golpe de estado en Honduras dio paso a la elección de Porfirio Lobo en un proceso cuestionado por todas las fuerzas de izquierda. El resultado no fue reconocido por diversos gobiernos y partidos progresistas y democráticos de la región, pero al paso de los días Lobo ha logrado cierto grado de normalización de las relaciones de su gobierno con sus vecinos.
El golpe fue también una prueba a los organismos de integración de ALC. Y aunque estos reaccionaron acertadamente, sobre todo al principio, luego fueron incapaces de desplegar los mecanismos necesarios para evitar la consolidación del golpismo.
El rechazo de la visita de Lobo a la cumbre UE-LAC en España, y su cancelación, aunque es una buena noticia, no cambia lo fundamental, ya que el golpe de estado fue un éxito de la derecha.
La destitución y luego el exilio del Presidente Zelaya, la constante represión contra el Frente Nacional de Resistencia, la misma Presidencia del derechista Lobo, y la casi nula presión internacional en su contra, parecen confirmar que el golpe de estado logró su propósito central: eliminar a un gobierno progresista, imponer a un representante de los intereses de la oligarquía, y golpear a las fuerzas populares que sostienen una alternativa anti neoliberal.
Esta situación debe ser un motivo de reflexión pues sin duda ha fortalecido a la derecha en Centro América y, aunque en menor medida, en el conjunto de América Latina. Aunque se reconoce que el golpe encontró a un gobierno que no había construido ni un partido propio ni una base social organizada capaz de enfrentar a una derecha resuelta a todo, las debilidades de Zelaya y de la izquierda hondureña no deben ocultarnos que la capacidad de reacción frente a este golpe por parte de la izquierda latinoamericana fue muy deficiente.
Los territorios coloniales no escapan a la derechización. En Puerto Rico, el Partido Nuevo Progresista dirigido por la derecha republicana y sectores de la empresa privada ha derogado en la práctica las garantías constitucionales, mientras entrega el patrimonio nacional, los empleos públicos y los derechos laborales al sector privado. En esa línea también ha promulgado el desmantelamiento de instituciones de la sociedad civil mediante legislación unilateral; y de igual manera, ha incrementado la brutalidad policíaca y la represión hacia sectores populares, como hemos visto a partir de la pasada huelga universitaria.
¿Cómo prevenir una acción similar en otros países? ¿Cómo evitar que el gobierno norteamericano y la derecha oligárquica en CA y ALC sigan fortaleciéndose? ¿Cómo debe actuar la izquierda latinoamericana en el futuro inmediato para responder a esta nueva ofensiva de la derecha?
Específicamente sobre la situación colombiana, reproducimos la nota pública difundida por el Grupo de Trabajo, en vísperas de la reunión de la UNASUR:
El Foro de São Paulo se pronuncia por una salida negociada, en los marcos de las instituciones latinoamericanas, especialmente de la UNASUR, para el conflicto entre Colombia y Venezuela.
El FSP se pronuncia por la reanudación plena de las relaciones entre Colombia y Venezuela. Así mismo, reitera la necesidad de que las relaciones Ecuador-Colombia encuentren un camino para la plena normalización.
El FSP considera que el conflicto entre Colombia y Venezuela interesa solamente a las fuerzas más reaccionarias de Colombia, ligadas a los grupos paramilitares, a la industria de guerra y al imperialismo estadounidense, que prosigue en un camino provocador, agresivo y militarista, en el Medio Oriente, en Asia y en América Latina.
El Foro de São Paulo repudia la actitud de Álvaro Uribe, quien al final de su mandato presidencial provoca una situación de tensión en nuestro continente, al presentar en la Organización de Estados Americanos acusaciones infundadas contra el Gobierno del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías.
El FSP apoya el empeño del gobierno de Venezuela, en el sentido de cumplir rigurosamente todos los acuerdos internacionales vigentes, avanzar en los procesos de integración regional que implican la cooperación plena entre las naciones latinoamericanas.
El FSP considera extremamente positivo que el presidente Hugo Chávez haya manifestado, tras la ruptura de las relaciones diplomáticas, su disposición a retomar el diálogo a partir de la toma de posesión del nuevo jefe de Estado colombiano.
El FSP espera encontrar en el nuevo gobierno de Colombia una disposición abierta a la solución diplomática y respetuosa de las diferencias, así como al respeto irrestricto de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, creando condiciones para un plan de paz concertado en el marco de la UNASUR y para la definitiva incorporación de Colombia a la integración suramericana.
El Foro de São Paulo reafirma que la defensa de la paz y de la unidad de los países de nuestra región es decisiva para la continuidad del proceso de desarrollo con democracia, independencia y justicia social.
LAS TAREAS
El XV Encuentro del Foro de São Paulo apuntó tres tareas fundamentales: no ceder ningún espacio para la derecha, profundizar los cambios y acelerar el proceso de integración.  
El XVI Encuentro considera que las tres tareas apuntadas por el encuentro anterior siguen vigentes. Pero es necesario añadir algunas perspectivas, orientaciones y precisiones, así como algunas tareas político-organizativas relacionadas al propio Foro.
En primer lugar, creemos de extrema importancia y urgencia fortalecer el debate estratégico entre nosotros. Los debates de los años 1990, en los marcos del Foro de São Paulo, contribuyeron mucho para los éxitos que tuvimos en el enfrentamiento con el neoliberalismo, inclusive en la conquista de gobiernos y en sus acciones.
Hoy vivimos una nueva situación, en la región y en el mundo. Enfrentar esta nueva situación supone mayor capacidad de análisis, de formulación y de articulación estratégica, que nos permita hacer de este ciclo de gobiernos progresistas y de izquierda el punto de partida de un nuevo modelo de desarrollo, así como nos ayude a ganar la presidencia en los países en que las fuerzas progresistas y de izquierda aún no tienen el gobierno nacional.
Las izquierdas de ALC tienen que, recogiendo su vasta experiencia en los gobiernos, en los partidos y en los movimientos sociales, establecer propuestas programáticas e ideológicas cada vez más contemporaneas.
El Foro de São Paulo tiene condiciones privilegiadas para ser el espacio de un debate con estos propósitos. No se trata de tener una política única, tampoco centralizar nuestra actuación a partir del Foro de São Paulo –la experiencia reciente y no tan reciente demostró los límites de este tipo de pretensión. Se trata, esto sí, de aprovechar la unidad en la diversidad que hemos construido hasta ahora, como ambiente ideal para seguir trabando el debate necesario para todos nosotros.
En este sentido, la Red de Escuelas, Fundaciones y Centros de Estudios del Foro de São Paulo debe llamar a la tarea de organizar, entre septiembre de 2010 y julio de 2011 (cuando se prevé realizar el XVII Encontro del FSP):
1. Un ciclo de actividades para compartir y articular nuestras experiencias electorales (comunicación, encuestas, fiscalización etc.);
2. Un ciclo de actividades para intercambiar nuestras experiencias de educación política de militantes partidários y de organizaciones populares, tanto en términos de metodología cuanto de contenido;
3. Un ciclo de actividades para debatir las alternativas que estamos construyendo para superar al neoliberalismo, incluso las variadas propuestas socialistas existentes en América Latina;
Como apuntó el XV Encuentro, aún no disponemos de un seguimiento científico que nos permita hacer un análisis comparado de los sucesos de los distintos gobiernos latinoamericanos de izquierda y progresista.
Sabemos, todavía, que nuestras sociedades siguen siendo profundamente desiguales, y cambiar esto exigirá no solamente desarrollo, sino un determinado tipo de desarrollo que incluya fortalecer el rol del Estado, ampliar las políticas públicas sociales, e introducir cambios en las estructuras de propiedad.
Sabemos, también, que la contraofensiva de la derecha exigirá de los gobiernos de izquierda y progresistas de la región una ampliación de su hegemonía política, que supone la adopción de medidas que profundicen la democracia, incluso en la comunicación social y los medios masivos de comunicación.
Sabemos, finalmente, que la crisis internacional tuvo y seguirá teniendo impacto en la región, motivo por lo cual la profundización de los cambios dependerá cada vez más de acelerar el proceso de integración.
 
Los gobiernos progresistas y de izquierda de la región siguen comprometidos con este objetivo. La reunión de la regional latinoamericaña y caribeña, así como la posición de UNASUR repudiando la presencia de Porfírio Lobo en la cumbre EU-ALC, son señales positivas. Así como la firma del Acuerdo de Teherán, en mayo último, por Brasil, Turquía e Irán, tiene enorme significado político y estratégico. Al abogar por la manutención del derecho, consagrado en las normas internacionales, respecto del dominio de la tecnología para producción de energía nuclear con fines pacíficos por parte de países en desarrollo, el Acuerdo se opuso al camino de la guerra, defendiendo la paz como única salida para el conflicto de las potencias imperialistas contra Irán. Al mismo tiempo, el Acuerdo simboliza la tendencia hacia la multipolaridad y comproba las dificultades del imperialismo en imponer su dominio en el mundo.
El Foro de São Paulo valora este movimiento como expresión de esta lucha contra hegemónica, de fundamento antiimperialista y a favor del derecho al desarrollo para el Sur del mundo.
Las definiciones programáticas e ideológicas de la izquierda latinoamericana y caribeña son aún más necesarias frente a la quiebra de la socialdemocracia.
Sólo en ALC hay un movimiento progresista que ha avanzado en los últimos años exitosamente, conquistando gobiernos nacionales, construyendo partidos políticos de masas, y desarrollando movimientos sociales alternativos. Este éxito debe reflejarse en la reconstrucción de una identidad de las izquierdas más profunda. Estos nuevos paradigmas surgirán sin duda, de la experiencia práctica, pero también del debate intenso, respetuoso e incluyente de los partidos y movimientos sociales, debate que debe fomentarse en la forma más amplia y diversa posible. El FSP es una instancia que puede conducir este debate de manera destacada por ser el espacio más unitario, amplio y democrático de los partidos de izquierda y progresistas de ALC y, en cierto sentido, ya un referente mundial.
La verdad es que, en el ámbito de cada país, las relaciones entre gobiernos y partidos de gobierno son muy diversas, siendo muy común que –después de las victorias electorales– el centro del poder y de iniciativa estratégica se transfiera del partido hacia el gobierno, con consecuencias siempre dañinas.
Para colaborar con el análisis del accionar de nuestros gobiernos, el XV Encuentro del FSP creó el Observatorio de gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina y el Caribe.
Durante el XVI Encuentro del Foro, haremos el lanzamiento oficial de su página web (www.forodesaopaulo.org).
El Observatorio y la Red de Escuelas, Fundaciones y Centros de Estudios del Foro de São Paulo realizarán un seminario latinoamericano de evaluación de los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina y el Caribe.
En segundo lugar, consideramos necesario fortalecer el Foro de São Paulo como referente latinoamericano y mundial. Esto pasa por las siguientes acciones: fortalecimiento del GT, de la Secretaría Ejecutiva y de las secretarías regionales; presencia en la comunidad latinoamericana y caribeña en los Estados Unidos y también en Europa; relaciones bilaterales entre el Foro y organizaciones semejantes en África y Asia, así como en Europa; seguimiento de los proyectos del Foro en el área de la cultura, el Observatorio de Gobiernos, y también la Red de Escuelas y Fundaciones.
El Foro de São Paulo debe seguir siendo y consolidarse como un espacio de intercambio de información y debate, de formación de cuadros y producción intelectual (mediante las fundaciones), de definición de líneas estratégicas, de encuentro para impulsar la integración política, económica y cultural de AL.
El Foro de São Paulo debe ser, también, un espacio de coordinación de acciones comunes entre los partidos que lo integran. En este sentido, no nos vemos como la única alternativa para las izquierdas latinoamericanas. Pero estamos convencidos de que la propuesta del Foro de São Paulo sigue siendo lo máximo denominador común de la izquierda latinoamericana y caribeña.
En ese particular, cabe al Foro de São Paulo mantener y profundizar el intercambio, no solamente con los partidos de la región y del mundo, sino también con los movimientos sociales.
Hay una gran vitalidad de los movimientos sociales latinoamericanos. La reunión sobre cambio climático en Cochabamba, Bolivia, el pasado mes de abril, fue una muestra de ello, así como las actividades del FSM y otros eventos nacionales e internacionales. Los movimientos sociales han sido los impulsores de los cambios políticos de ALC y sin ellos, los partidos y gobiernos progresistas no hubieran podido avanzar.
Por ello el FSP debe provocar un nuevo acercamiento con los movimientos sociales basado en una estrategia común de lucha contra la crisis mundial y un acuerdo político para enfrentar a la derecha.
Queremos destacar también el movimiento de mujeres del Foro de São Paulo, que contribuye con su lucha por la igualdad social y política entre los géneros. Debemos hacer frente a los desafíos que nos coloca la llegada al poder, referente a la situación de discriminación contra las mujeres en nuestras sociedades, y a los ataques sufridos por parte de los movimientos de derecha y conservadores contra los derechos de las mujeres.
Una mención especial merece también el esfuerzo de las juventudes del FSP; el Primer Encuentro, que tuvo lugar en México el año pasado, debe continuar en Buenos Aires. La consolidación de este espacio es fundamental para fomentar la educación política entre los jóvenes, impulsar la renovación de nuestros partidos y el recambio generacional; y darle un mayor protagonismo político e ideológico a este sector de la población.
De igual manera, el FSP debe asumir una responsabilidad más firme en el plano regional y ante los organismos internacionales correspondientes, encaminada a la descolonización y el derecho a la independencia de los territorios coloniales en la región caribeña, facilitando a estas naciones su vinculación con los procesos de integración latinoamericana.
De la misma manera, cabe al Foro de São Paulo establecer un intercambio sistemático entre los gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Tanto en el sentido ya apuntado en el proyecto del Observatorio, cuanto en torno al tema de las relaciones partido-movimientos sociales-gobiernos.
Luego del XVI Encuentro del Foro, tendremos las elecciones legislativas en Venezuela (septiembre) y las presidenciales en Brasil (octubre). El resultado de estas elecciones impactará con fuerza la situación regional, en particular las elecciones presidenciales que van ocurrir en 2011 en Argentina, Guatemala y Nicaragua; así como en Perú.
 
En tercer lugar, cabe al Foro de São Paulo colaborar para que se amplie la eficacia electoral de sus partidos miembros. En ese sentido, ya citamos como una de las tareas de la Red de Escuelas y Fundaciones hacer un ciclo de reflexiones sobre las experiencias electorales pasadas y futuras, que avance además para medidas concretas que se puedan hacer en términos de encuestas y comunicación, siempre respetando la legislación electoral vigente en cada país.
Además de las tareas centrales (no ceder ningún espacio para la derecha, profundizar los cambios y acelerar el proceso de integración) y de las tareas organizativas (consolidar el FSP como referente, profundizar la reflexión estratégica, incluso cuanto a los movimientos, a los gobiernos y a lo electoral), consideramos útil concluir este documento base con una reflexión más estratégica, sobre las características históricas del periodo que vivimos.
Hemos insistido en la idea de que vivimos un momento de crisis y transición. Crisis del neoliberalismo, crisis del capitalismo, crisis de la hegemonía estadounidense. Pero, como es usual, sabemos bien lo qué esta agonizando, pero no lo qué está naciendo.
El neoliberalismo está en crisis, pero no está muerto, ni en los hechos, ni en el plan de las ideas. Además, la desmoralización del neoliberalismo no conduce automáticamente, ni únicamente, al fortalecimiento de las ideas socialistas. Lo que se está viendo incluye esto, pero incluye principalmente (hasta ahora) el fortalecimiento del pensamiento keynesiano, así como el resurgimiento de matrices extremadamente conservadoras y de derecha.
El capitalismo está en crisis, pero está muy distante de estar muerto. Además, la crisis de su forma neoliberal o la decadencia de su eje anglosajónico no significa que las relaciones capitalistas de producción estén en colapso final. Para que esto ocurra, es necesario que exista una fuerza alternativa capaz de superarlo, en escala nacional y mundial. Lo que aún no existe y tampoco parece cercano.
La crisis de la hegemonía estadounidense permite un análisis similar. Por una parte, ellos no tienen más capacidad de hegemonizar el mundo como hacían antes. Por otra parte, está cada vez más clara la apuesta que un sector del establishment estadounidense hace para mantener y prolongar su hegemonía: la guerra, terreno donde su superioridad destructiva es aplastante. El chantaje bélico, sumada a su fuerza económica (cristalizada en la hegemonía del dolar), puede hacer que ese declive de la hegemonía de EE.UU. se prolongue aún por mucho tiempo, además de asumir formas que pueden ser trágicas para la humanidad.
Los Estados Unidos tienen 865 asentamientos militares fuera de su territorio, de los cuales casi 50 están en América Latina y el Caribe o sus cercanías.
Así, es fundamental que la izquierda latinoamericana defina con más claridad que tipo de estrategia de corto y mediano plazo creemos poder tener frente a los EE.UU.
Si no está puesto, en el horizonte visible, un colapso, una revolución o por lo menos un cambio estructural fundamental en los EUA, ¿entonces cómo convivir con esa nación tan agresiva? ¿Y cómo esto se traduce en nuestras propuestas de seguridad nacional, frente al narcotráfico, en torno a la migración?
O aún: ¿en que medida esta perspectiva estratégica frente a los EUA debe influenciar los proyectos como el que se acordó en Cancún (Unión de Naciones)? ¿Qué puede hacer la izquierda partidaria en los mecanismos de integración de AL (UNASUR, ALBA, MERCOSUR, CAN)?
Así pues, la izquierda latinoamericana tiene que responder a una situación caracterizada por: a) una crisis de neoliberalismo, en un momento en que el pensamiento crítico se está recuperando de los efectos de más de dos décadas de defensiva política e ideológica; b) la crisis de la hegemonía estadounidense, sin que exista un sustituto hegemónico, creando una situación que fomenta el multilateralismo, la formación de bloques regionales y alianzas cruzadas; c) la crisis del modelo actual de acumulación de capital, sin que sea visible cuál es la alternativa sistémica; d) la crisis del desarrollismo conservador en América Latina, estando en curso una transición hacia un post-neoliberalismo, cuyas características se están definiendo a lo largo del camino.
Como hemos visto también, la crisis apunta para un período más o menos prolongado de inestabilidad internacional. En el corto y mediano plazo, la inestabilidad está relacionada con la crisis del capitalismo neoliberal y el declive de la hegemonía de EE.UU. Estas diversas dimensiones de la inestabilidad hacen más urgente y más difícil, al mismo tiempo, la construcción de alternativas.
Por otra parte, tres décadas de hegemonía neoliberal han limitado el horizonte intelectual y la fuerza de la izquierda, especialmente fuera de América Latina y el Caribe. Estas contradicciones y limitaciones son evidentes cuando observamos la falta de correspondencia entre el tamaño de la crisis, la timidez de las propuestas y las medidas adoptadas. Esto es especialmente claro en el caso de la socialdemocracia europea.
Por otra parte, los socialistas del siglo XXI sabemos que la lucha por superar el capitalismo es larga y compleja.
A principios de 1990, con la disolución de la URSS, podemos decir que el movimiento socialista todo entró en un período de “defensiva estratégica”.
La situación comenzó a cambiar entre 1998 y 2008, primero con el ascenso de varios gobiernos de izquierda en América Latina, y luego con la crisis internacional. Pero estos acontecimientos no han cambiado aún la naturaleza del período.
Una muestra de ello es el contraste entre la profundidad de la crisis internacional y la capacidad de los estados capitalistas para evitar el desbordamiento de su organización política y social.
Otra señal es la existencia de una contraofensiva por la derecha latinoamericana, que recibió el refuerzo paradójico de la crisis internacional, pues crea dificultades económicas y sociales que tienen que enfrentar los gobiernos más progresistas.
Ante esa situación, la izquierda latinoamericana lucha por mantener los espacios conquistados, acelerar el proceso de integración regional y profundizar los cambios.
La cuestión práctica es cómo hacer esto evitando dos errores: uno es tentar ir más allá de nuestra capacidad para sostener el proceso político; otro es no hacer lo necesario para acumular fuerzas en dirección al socialismo.
El repertorio de experiencias del movimiento socialista del siglo XX es enorme. Por el contrario, los experimentos y los intentos de los socialistas de nuestro siglo XXI son todavía muy limitados. Durante ese período, no vivimos ninguna gran revolución. En América Latina, por ejemplo, aunque estemos muy orgullosos de los gobiernos que hemos logrado desde 1998, debemos reconocer que estamos lejos de la profundidad política y social alcanzada por la revolución cubana de 1959. La lucha por el socialismo en el siglo XXI aún no ha protagonizado ninguna revolución de este tipo. En términos de teoría, aún no conseguimos producir el necesario análisis del capitalismo contemporáneo, de los intentos de construir el socialismo en el siglo XX y de la estrategia para la lucha por el poder y la construcción socialista en las condiciones del siglo XXI.
Quizás sea más exacto hablar de socialismos y estrategias. Nuestro movimiento siempre ha sido plural, geográfica, sociológica, teórica, organizativa y políticamente. Esto no significa equiparar las diferentes tradiciones, sino que implica recordar que somos herederos de un complejo y plural patrimonio colectivo.
Una de las razones de esta pluralidad es el capitalismo. El modo capitalista de producción impulsa una tendencia hacia la uniformidad, pero las estructuras socioeconómicas capitalistas, en diferentes regiones del mundo y épocas históricas, tienen entre si diferencias importantes. Por ello, la superación del capitalismo requiere diferentes estrategias de resistencia, de conquista del poder y de construcción del socialismo. No significa que todas las estrategias son válidas, pero sí significa que el movimiento socialista debe rechazar la idea de que sólo hay una estrategia válida para todos los lugares y tiempos.
Otra de las razones por las que debemos usar el plural, es porque las diferentes clases y sectores en la lucha contra el capitalismo, no tienen necesariamente los mismos objetivos a largo plazo.
Vale la pena decir que esta pluralidad está más allá de la existencia de partidos, programas y estrategias diferentes. Esta pluralidad incluye desde los que tienen como su horizonte un estado de democracia y bienestar, en el marco del capitalismo, hasta los que abogan por un tipo de socialismo que implica preservar la organización social comunitaria pre-capitalista. Así como aquellos para quien el socialismo se confunde con la lucha contra el imperialismo. O sea, la diversidad del movimiento socialista moderno es tan amplia que las categorías plurales son las más apropiadas.
El debate sobre el socialismo en América Latina a principios de este siglo XXI debe ayudarnos a responder como pasar: a) de la condición del gobierno a la condición de poder, b) de la situación actual, donde estamos mejorando la vida de la gente en los marcos del capitalismo, hacia una nueva situación, donde podamos mejorar la vida de las personas en el marco de una transición socialista.
Para esto debemos combinar las diferentes estrategias nacionales con una estrategia de integración continental.
Por todo ello, ha adquirido una importancia estratégica el proceso de integración en América Latina y el Caribe. El objetivo central en ese proceso es el siguiente: la consolidación de vínculos económicos, sociales, políticos, militares e ideológicos, para que los países miembros puedan convivir, sin subordinación o dependencia, con el espacio geopolítico aún hegemonizado por los Estados Unidos y la Unión Europea.
La cuestión que se presenta entonces es si será posible construir un nuevo orden a escala regional o mundial basado en la expansión de los mercados internos y un intercambio internacional más justo
Cualquiera que sea la respuesta a tales preguntas, queda claro que estamos frente a conflictos de larga duración, que se librarán en un ambiente de fuerte inestabilidad, en dos planos distintos pero articulados: en primer lugar, dentro de cada país; en segundo lugar, entre los diferentes estados y bloques regionales.
Como resultado de estos conflictos, puede surgir un mundo más conservador o más progresista. E incluso un mundo socialista. Es por ello que trabajamos y es ésta, hoy más que nunca, una causa de la humanidad, pues la crisis, la guerra y el alarmante deterioro del ecosistema amenazan la supervivencia de la especie humana.
Hoy, cuando se hace la conmemoración del Bicentenario de los numerosos procesos independentistas latinoamericanos y caribeños, el FSP reafirma su decisón de ampliar la unidad de los partidos progresistas, populares y de izquierda; profundizar los cambios; derrotar la contraofensiva de la derecha y consolidar la integración regional.
Hoy, cuando los proyectos populares de América Latina tienen mejores condiciones que hace sólo una década, para marchar en dirección a una nueva sociedad, con justicia, equidad y soberanía, el FSP reafirma su compromiso con el internacionalismo, con la democracia, con un desarrollo que sea respetuoso con el medio ambiente, con la planificación democrática, con la propiedad pública de los principales medios de producción, con el socialismo.
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