"DEFENDER LA PAZ EN COLOMBIA", por MIU (Republica Dominicana)

“Los resultados del plebiscito realizado en Colombia el pasado domingo 2 de octubre, en que triunfó la opción que rechaza los acuerdos de paz alcanzados tras cuatro años de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla, arrojan dudas sobre el futuro de esa sufrida nación hermana, pero a la vez, sirven para identificar las posiciones y motivaciones reales de las fuerzas políticas que se mueven en ese escenario”. Miguel Mejía, secretario general.
Santo Domingo, R.D.- No basta con decir que triunfó el “NO”. Tampoco atribuir a sectores de ultraderecha que se agrupan tras el ex presidente y actual senador Álvaro Uribe, una victoria, que no es tal. De hecho, el único vencedor claro de esa consulta popular fue el enorme abstencionismo, de más de un 60%, con lo cual se ponen en entredicho la validez de sus resultados.
Los votantes por el “NO” constituyen apenas el 18.77% de los electores colombianos y superan a los votantes por el “SI” en tan solo 0.15%. A esas cifras habría que restar además los votos nulos o en blanco. Como es evidente, ni fue “el pueblo colombiano” quien rechazó los acuerdos de paz, ni todos los que optaron por el “NO” desean el reinicio de una guerra que se ha prolongado por más de medio siglo, y que alienta esa vieja y ultramontana oligarquía colombiana, curtida en los métodos de la guerra sucia y el terrorismo para liquidar a sus oponentes.
Estos resultados arrojan dudas sobre el futuro de esa sufrida nación hermana, pero a la vez, sirven para identificar las posiciones y motivaciones reales de las fuerzas políticas que se mueven en ese escenario.
En un país donde ha primado una de las más violentas y ultramontanas oligarquías de la región, acostumbrada a eliminar a sus oponentes políticos sin miramientos, con su predominio sobre los grandes medios de comunicación, y la constante satanización y tradicional represión de las fuerzas democráticas y progresistas, no hablando ya de la guerrilla, la victoria obtenida, en términos porcentuales, ha sido pírrica. El resultado apunta hacia un eventual empate entre la derecha y la izquierda, aún en medio de la absoluta hegemonía de la primera, y la labor desinformadora y aterrorizante de sus voceros.
Los representantes conservadores de la élite política colombiana, pasada ya la euforia del primer momento, y sacadas las cuentas, deben haber entrado en pánico: la comunidad y la opinión pública internacional, de forma aplastante e inequívoca, apoyan el proceso de paz en Colombia y sus acuerdos, lo cual supone para ellos una sonada derrota; a pesar de la desigualdad de oportunidades para expresar su criterio y acceder a los grandes medios, su opción estuvo a punto de ser derrotada y quedó prácticamente empatada con la de los sectores más progresistas; la posibilidad de que este proceso y el establecimiento de una paz aceptada podría significar la emergencia de un bloque popular de izquierda, capaz de desafiar en las urnas a la hegemonía tradicional de la oligarquía, como sucedió tras la paz en Nicaragua, Guatemala y El Salvador, es uno de los posibles desenlaces del conflicto, y no augura para la derecha un futuro promisorio.
De hecho, la carta del miedo, a la que los voceros de la derecha colombiana apostaron durante todo el proceso, revela el inmenso temor que los domina ante el ascenso de las luchas populares, en condiciones de paz, y sin los pretextos de la guerra. Los analistas del voto emitido hablan de que tras los resultados del plebiscito están los temores de la clase media y alta de las ciudades y la innegable influencia de los terratenientes y caudillos rurales locales, capaces de todo, como han demostrado repetidamente, con tal de conservar sus privilegios, incluso, de aliarse con narcotraficantes y crear unidades paramilitares.
En el fondo, quienes intentan torpedear la paz y hacer retroceder a una nación entera a los horrores de la confrontación y la violencia, temen que entre a la política nacional el ejemplo de otras naciones del hemisferio que han adoptado la senda de la independencia, la promoción de la justicia social y la defensa de la soberanía, eso que tanto molesta al imperialismo norteamericano. Y con su miedo clasista, más que por amor a la guerra que no han podido ganar, le ponen obstáculos a la marcha del pueblo colombiano hacia la paz.
La paz ha venido a Colombia para quedarse. Sus enemigos podrán obtener, como ha sucedido, algunas victorias pírricas, en lo táctico, pero están vencidos en lo estratégico. Condenados a perder el control absoluto del país, que han gozado hasta el presente, quieren que todo el pueblo se suicide en una nueva escalada bélica, porque no les importa el dolor ni el sufrimiento humanos a quienes lucran del mismo.
Colombia no está sola. Seguirá luchando por la paz y la reconciliación nacional. Y vencerá. Nuestro Movimiento Izquierda Unida suma sus voces a las que firmemente están y estarán a favor de avanzar en el proceso de paz.