Un estado con una sociedad justa

Hacer es el mejor modo de decir
José Martí

Edgar Batres

Miembro del Partido Movimiento Político WINAQ/ Guatemala CCAA

La construcción del Estado guatemalteco refleja  condiciones históricas, a partir de su formación socioeconómica, siendo esta una categoría vital en el materialismo histórico, que resguarda la supra estructura y es ahí, en donde se configuran las relaciones de poder y dominación, que se manifiesta en el Estado[1],  como la esfera en donde se inscriben los aparatos ideológicos, el sistema de justicia y el sistema de partidos políticos, constituyendo  la camisa de fuerza para el desarrollo de las fuerzas de izquierda, y que históricamente en la mayoría de los países de América Latina,  es el reducto de la derecha  para la mediatización social.
Cada uno de estos instrumentos estructurales representa la crisis del bloque en el poder tratando de sobrevivir con procesos tenues de reacomodo. Esta crisis pasa definitivamente por los trescientos años de colonialismo y doscientos años de votar por la derecha que tiene la habilidad de ser camaleónica y hoy mas que nunca ante su debacle total por la irrupción de los movimientos partidarios triunfantes de izquierda en América Latina, esta derecha recalcitrante moldearon a la sociedad para mantener el status quo,  hundiéndola en la mediatización y reproduciendo el voto hacia la derecha histórica.
Para sobrevivir el Estado guatemalteco desde su creación como República, en el año de 1847; consolido una estrategia devenida de la Colonia, que sobrevivió cerca de 300 años, tiempo durante el cual impuso la categoría de “racismo estructural”[2],  constituyéndose en una práctica social de dominación, que permite la división social, suprimiendo la consciencia de clase en sí, ya que lo aleja de la clase social y lo convierte en un producto social de reproducción del sistema, sustrayéndole el derecho a la reivindicación clasista.
La descomposición histórica de la relaciones de dominación, se evidenciaron durante el proceso de recomposición de las elites gobernantes, que Guatemala vivió en de abril a septiembre 2015[3], una sociedad acostumbrada a los golpes de estado, lo cuales servían para que la presión social se dispersara, pero que solo constituían los recambios en la supra estructura, pero de repente los sectores urbanos, los despojos de alguna fracción de clase media acomodada y cafetera,  frustrada por la falta de aplicación de “mano dura” promesa electoral para acabar con la delincuencia, se encuentra sin respuestas de sus políticos trogloditas y militares gatilleros de la represión contra el Pueblo durante la guerra interna, lo que evidencio al final la podredumbre de la clase gobernante, instituida por lo grupos de interés que históricamente han gobernado al país.
Es importante anotar que este proceso evidencia los grados de corrupción e impunidad en que han llegado los gobernantes en Guatemala, pero especialmente en ese periodo tiene su inicio con la demandas de antejuicio planteadas  por el Partido Político,  Movimiento Político WINAQ, encabezada en el Congreso de la República por el Diputado Amílcar Pop; quien en su calidad de diputado y ciudadano, interpone un antejuicio contra la Vicepresidenta y contra el Presidente, entre los cargos, incumplimiento de deberes, abuso de poder entre otros; situación histórica, ya que en nunca se había presentado tal demanda en contra los máximos funcionarios de Estado, esto evidencio la posibilidad de juzgar y que nadie es superior a la Ley.  Sobre este tema existe todo un debate, sin embargo ambos procesos prosperaron, situación que al final no redundo en votos, pero si en formar consciencia que desde los partidos de tendencia de izquierda es posible construir un nuevo estado bajo las categorías de transparencia y probidad. .
Es de hacer notar que este proceso fue muy bien aprovechado por la elite conservadora y quienes pusieron marcha los  medios de comunicación social de su propiedad para incorporar al descontento social, la lucha contra la corrupción e impunidad, de la cual como se ha venido evidenciando también forman parte, logrando un discurso apolítico y de reivindicación para derrotar el sistema, más bien los aprovecharon para reacomodar a sus cuadros, en las estructuras de control del Estado y ubicaron en el gobierno al actual presidente.
La caída de un presidente,  además militar y negociador y firmante de los acuerdos de paz, resulto un golpe bajo a los sectores tradicional de poder en el país, que constituyen una de las clases más reaccionarias y conservadoras de América Latina. Por supuesto que para que se diera este reacomodo, por la vía “pacifica”, intervino directamente aparte de los medios de comunicación la acción directa del gobierno norteamericano, considerando que durante el año 2014 y 2015  se dieron varias visitas de representantes del gobierno de Barack Obama, que definitivamente venían a marcar la salida más idónea para legitimar sus interés de imperio, y que ahora tienen nombre y apellido, “Plan para la prosperidad, del triangulo norte, Guatemala, Honduras y Salvador”, proyecto que condiciona el control militar del área, ante dos constantes de inversión, el narco tráfico y la migración. Esto por supuesto también es producto al final de la falta de Estado en la conducción del  gobierno mexicano, en cuanto a proteger los interese de su vecino, y de cómo teóricamente se ha conformado la categoría de un narco estado, vulnerando todo lo establecido en las relaciones reciprocas, no por ello la llegada del republicano Trump, por supuesto esto es un planteamiento puramente hipotético.
Esta recomposición ubico a un personaje tradicional en el escenario cómico guatemalteco, actor creado por el monopolio guatemalteco de la televisión abierta, que opera 7 canales del televisión y 35 corporaciones radiales; aparte del manejo de la redes sociales por medio de la creación de call centers;  y así, operando todos estos instrumentos generadores de opinión pública conducida mediáticamente sin ideología ni proyecto estratégico de cambio desde los sectores de izquierda, permitiendo moldear un voto hacia lo más visible bajo el slogan “ni corrupto ni ladrón”  ya que los guatemaltecos votan por slogans mediáticos como había llegado el General Otto Pérez,  “mano dura” moldear el voto descontento y colocar en el poder a una figura inepto o inexperto apropiado para los interese de la clase dominante acostumbrada a controlar el gobierno. Ante ello de vislumbran atisbos de un Estado  sin conducción  lo que llevaría a un estado de indefensión total  apropiado para las elites.
Todo ello se puede comprobar en las diferentes declaraciones tanto nacionales como internacionales, que marca un desgaste en la forma en que se manifiesta la conducción de la administración pública, la cual está copada por los representantes de los sectores económicos, de esa oligarquía guatemalteca rancia. Acostumbrada a mantener sus privilegios, a corromper y vivir en la impunidad.
Esto que se plantea es seriamente cuestionado, pero resulta ser una hipótesis posible ante las circunstancias, en Guatemala se ha venido planteando del grupo que ha rodeado al  presidente un grupo denominado la “juntita”, constituido por un selecto grupo de militares, de baja y otros de alta, los cuales han copado al presidente y lo mantienen con temor y terror de que la izquierda lo quiere derrocar, entonces la pregunta seria cual izquierda, fantasma que aún vive en las mentes no evolucionadas de las clases dominantes guatemaltecas.
Y no es que WINAQ,  no asuma su identidad ideológica, sino que el problema radica en la no existe una estrategia que permita articular a esa izquierda partidista, y que para el año 2019, fecha de las próximas elecciones, habrían cerca de 5 partidos ubicados en la izquierda;  situación que debe también llamar seriamente a la reflexión, demostrando que no se  tiene la capacidad de articulación para plantearse la toma del poder, es por ello que WINAQ, trabaja para ello, situación que consta que también ha resultado cuesta arriba por los intereses históricos heredados de doscientos años de votar por la derecha, condición que ha calado.
La forma en que se estructuro el Estado,  bajo la división marcada por el racismo, bajo premisas de estereotipos que nos muestran como se constituyen en relaciones de dominio, por ejemplo  “mal vale pobre que indio”  expresión popular que refleja la construcción racista estructural, entre muchas otras expresiones;   “pareces indio”.  Sin embargo es simpático observar como en la mayoría de los mercados barriales, cantonales, zonales, tanto urbanos como rurales, quienes son los dueños de sus puestos de venta, en la mayoría son de propietarios de origen Quiche;  manteniendo su identidad incluso de señorío dominante el territorio y al día de hoy ahí están.
Pero además en cada uno de los mercados a lo largo del país, en ninguno de ellos no falta un lugar para la venta de candelas, incienso y demás materiales utilizados para la realización de ceremonias o rito para la comunicación con los ancestros, lo que define además a la sociedad guatemalteca diría como tradicional desde su propia cultural y que persiste desde los mismo pueblos originarios, en donde el Estado permanece invisible pero presente como eje de dominio ideológico histórico.
Ante ello podemos entonces demarcar el tipo de Estado que tiene la conformación socioeconómica guatemalteca, Estado en que se debate en su rejuvenecimiento visto así por la derecha guatemalteca y algunos de sus aliados de izquierda,  o bien luchamos por un nuevo Estado que permita  la transformación como nunca la ha se ha planteado, para ello es necesario y vital el papel de los sujetos históricos, los pueblos indígenas y las expresiones mestizas avanzadas y solo esta alianza podrá efectivamente diseñar la estrategia que permita una sociedad más justa y equilibrada, en un nuevo Estado, bajo nuevas relaciones de conducción y por ende de dominación.
[1] “Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es por lo general el Estado de la clase más poderosa (…) Sin embargo, por excepción, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas , que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto de una y otra”,(“El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” pág. 320).
[2] 25) Las profundas desigualdades económicas entre indígenas y no-indígenas, la marginación social de aquellos, su exclusión política y su subordinación cultural, conforman un cuadro histórico de discriminación persistente que no puede calificarse más que de racismo estructural, es decir, enraizado en las estructuras de poder y de dominio que han venido caracterizando a las sociedades latinoamericanas durante 10 siglos. De allí que aún hoy en día, con políticas desarrollistas y discursos incluyentes, la situación de los pueblos indígenas en el contexto nacional no se haya modificado sustancialmente. Sin embargo, se han dado cambios y se están generando dinámicas que permiten vislumbrar nuevas posibilidades en la centenaria relación entre pueblos indígenas y estados nacionales.
http://www.cepal.org/mujer/publicaciones/sinsigla/xml/6/6826/sobrevivencia_stavenhagen.PDF
[3] Hoy a dos años de esa movibilización eminentemente urbana, se manifiesta la mediatización de los medios de comunicación y de las redes sociales como los entes que propiciaron la gesta de malestar social.