Mensaje de bienvenida, actos en repudio a la invasión Yanqui en 1898

PARTIDO NACIONALISTA DE PUERTO RICO
MOVIMIENTO LIBERTADOR
25 de julio de 2016
Guánica, Puerto Rico

Un día como hoy, hace 118 años, y como si no hubieran sido suficientes 4 siglos anteriores de dominio colonial en esta tierra, entró por estas aguas un nuevo invasor. Estamos aquí hoy para CONDENAR esa invasión militar que permanece al día de hoy mediante el engaño y la represión, y que tanto sufrimiento, tanta humillación, y tanta sangre le ha costado a los verdaderos y únicos dueños de esta tierra, que somos los puertorriqueños. Ese invasor es los Estados Unidos de América.
Nuestro derecho inalienable a la libertad y la autodeterminación, sumado a las precarias circunstancias políticas, económicas, y sociales que vive nuestro país a causa de la invasión, requieren de todo nuestro empeño y unidad de propósito para confrontar DETERMINANTEMENTE al invasor. Quisiera en este turno plantear lo que deben ser pilares de nuestra lucha, y el semillero para más y nuevos luchadores por nuestra libertad y dignidad.
En primer lugar, es menester conocer nuestra verdadera historia. El ansia de libertad y lucha patriótica encuentra muchas veces en su propia historia la inspiración para renovarse, para reinventarse, para corregirse, en fin, para no extinguirse. El invasor lo sabe muy bien, como sabe que en estos 118 años sobran los capítulos de atropellos y abusos contra nuestro pueblo.
Por eso se esfuerza tanto en neutralizar nuestra memoria histórica, ya sea mediante la omisión, la distorsión, o la intimidación. Por eso secuestra nuestra historia, para que esté ausente en el salón de clases.

  • Por eso un día como hoy tantos engañados recuerdan (y hasta celebran) una constitución falsa, que no es más que una mentira para sustentar otra mentira, la de la descolonización y el autogobierno nunca alcanzados;
  • Por eso un día como hoy somos menos los que recordamos su verdadera significancia con motivo de la invasión;
  • Por eso un día como hoy somos menos los que recordamos a Angel Esteban Antongiorgi en 1938 dando la vida en un intento heroico por ajusticiar al gobernador militar Blanton Winship, el responsable de la Masacre de Ponce perpetrada un Domingo de Ramos;
  • Por eso un día como hoy somos menos los que recordamos a Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado, emboscados y asesinados en Cerro Maravilla en 1978.

Para distorsionar nuestra historia llaman a nuestros héroes “terroristas”, “criminales”, o “asesinos”. Para intimidarnos tienen la osadía y el cinismo de asesinar premeditadamente al Comandante Filiberto Ojeda Ríos en una fecha histórica SAGRADA, como lo es un 23 de septiembre, cuando se celebra el Grito de Lares y el surgimiento definitivo de la nación puertorriqueña. Hasta el himno nos han cambiado, para que dócilmente le cantemos al colono, los jardines, el mar y el sol, en lugar de cantarle enérgicamente al machete, a la lucha, a la libertad y al cañón, como le cantan tantos otros himnos patrios, incluyendo el propio himno del invasor.
Nuestra historia esta asediada constantemente porque nuestra historia es un llamado CLARO a la LUCHA y a la RESISTENCIA. Por eso el invasor hace lo que sea por acallarla. Por eso es un acto de cobardía huirle a la historia, o desconocerla sin remordimiento, o tratarla con desdén. Nelson A. Miles, el comandante que dirigió la invasión, era un engaño en sí mismo. Su ‘pedigree’ militar incluye el asesinato, exterminio, destierro, y confinamiento a reservaciones
de las naciones indígenas Sioux, Comanche, Cherokee, entre otras. Es decir, el mismo que privó de su vida o de su libertad a tantos indígenas y puso sus tierras a disposición del aparato imperialista en expansión, llegó aquí prometiendo esa misma “libertad y progreso” a los puertorriqueños.
A la luz de la imposición de una Junta de Control Fiscal para Puerto Rico justificada por una deuda inexistente, una debacle económica, un modelo de dependencia, una emigración masiva y sin precedente, tasas alarmantes de pobreza, desempleo, y desigualdad, la precariedad del empresarismo local ante las cadenas multinacionales y las leyes de comercio interestatal, la inseguridad alimentaria, y tantos otros males infligidos por el invasor, es oportuno revisitar en la historia lo que fuera la Proclama al Pueblo de Puerto Rico, o la “PROMESA”1 de aquel momento:

“No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimido, sino, por el contrario, a traeros protección, no solamente a ustedes, sino también a sus propiedades, promoviendo su prosperidad y derramando sobre ustedes las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro gobierno.” 
“No tenemos el propósito de intervenir en las leyes y costumbres existentes que fueren sanas y beneficiosas para su pueblo, siempre que se ajusten a los principios de la administración militar, del orden, y de la justicia.”
Hagamos entonces de la historia tema de conversación frecuente y cotidiano. No se trata de convertirnos en expertos historiadores. Basta una pequeña muestra de nuestra historia por los pasados 118 años para comprender la magnitud de la explotación de nuestro capital humano (ej: soldados de guerra, mano de obra barata) y nuestros recursos naturales (ej: monocultivo, experimentos genéticos), la falsedad del mensaje oficialista, el complejo y poderoso aparato represivo, y la gran valentía de nuestros héroes y mártires ante tanta adversidad. Nuestra historia es como el ají, basta un poco para hacernos despertar.
En segundo lugar, es menester solidarizarnos en la acción. La solidaridad no puede quedarse únicamente en nuestras conciencias, en nuestras ideas, en nuestras oraciones o plegarias, sin traducirse en actos y hechos medibles. La solidaridad silenciosa solo le sirve al que la calla, para consolarse a sí mismo, en vez de servirle al que la necesita. Y por tanto, en el fondo, esa  solidaridad silenciosa termina siendo un reflejo de egoísmo y cobardía. Una solidaridad que sea muda, invisible o intangible es tan cómplice como la traición misma.
Son muchas las trincheras y las luchas que libramos todos los días para alcanzar nuestra libertad. Marchas, campamentos, no cooperación, boicot, desobediencia civil, resistencia. Colectivamente, las distintas organizaciones patrióticas harán sus convocatorias, y nos corresponde responder a ellas. Respondemos solidariamente con nuestra presencia en sus actos, con apoyo monetario, material, voluntario u organizativo. Respondemos solidariamente zanjando o engavetando diferencias superfluas o dogmáticas, y hermanándonos en contra del enemigo que se fortalece al dividirnos. Respondemos solidariamente sirviendo como portavoces en nuestras comunidades, en las redes sociales, o cualquier otro método de difusión. Respondemos solidariamente con la militancia.
Para socavar el imperio que nos sofoca es también necesaria una introspección individual. De ese ejercicio debe surgir una lista propia de acciones solidarias para el diario vivir. Ejemplos simples de esto sería la decisión de comprar a una farmacia dela comunidad, o apoyar las tiendas y productos de nuestra tierra, apoyar nuestro quehacer cultural y artístico, apoyar nuestro movimiento cooperativista, en fin, todo lo que se crea por nuestros intereses y para nuestros intereses. Es aprender a ver las cosas no por su precio, sino por su costo. Es educar o educarse, es indignarse ante la desigualdad, es ayudarnos en la necesidad. Esta trinchera individual es vital, porque no dispone el imperio ni de tecnología ni de inteligencia para señalarla. Es darles de su propia medicina, asestando golpes blandos a sus instituciones y empresas. Es serrucharle el palo un día a la vez, pero TODOS Y CADA UNO de los días.
La solidaridad de acción tiene el efecto de reproducirse y multiplicarse, y por ello es un componente vital para la masificación y avance de nuestra lucha.
Por años, la falacia del progreso material, la proliferación del individualismo, y la desfiguración de nuestra historia han servido como semillero “genéticamente modificado” del pensar colectivo. Estas mentes “GMO” han sido reprogramadas para obedecer sin cuestionar, para sentirse impotentes, para tener memoria corta, para ocupar sus neuronas con el entretenimiento y la tecnología. Es la mentalidad colonizada al servicio del colonizador. El Comandante Nelson A. Miles, y el engaño que trajo consigo por estas playas hace 118 años nos siguen invadiendo todos los días, en los medios de comunicación, en sus fábricas, en sus megatiendas, y en todo lo que les produce riqueza mientras nos empobrecen.
Así entonces, desde el conocimiento de nuestra historia y transformando la solidaridad en acciones visibles, audibles, concretas y medibles creamos un nuevo semillero de patriotas y luchadores para expulsarlo de nuestra tierra, nos tome 1 año o 118 años más. La lucha por delante es una muy difícil y desigual, pero tanto más honrosa. Y por esto, no quisiera terminar sin citar a Don Pedro Albizu Campos cuando nos enseñó lo siguiente en ocasión del sepelio de los héroes nacionalistas Hiram Rosado y Elías Beauchamp. Dijo Don Pedro:
 “Señores: El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre, y se cultiva como toda virtud, y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es su supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. Ese es el supremo bien del individuo y de la nación. Porque el valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte, y cuando el hombre pasa tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la
inmortalidad.”
Procuremos cada día alcanzar la inmortalidad como lo hizo Don Pedro.
Gracias por la oportunidad de dirigirme a ustedes.
Saúl González Mendoza
Cadete de la República
Partido Nacionalista de Puerto Rico – Movimiento Libertador

El autor es el representante del Partido Nacionalista, Movimiento Libertador, en la Red de Comunicadores del Foro de Sao Paulo.

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1 Puerto Rico Oversight, Management, and Economic Stability Act.